Imagen: el infame «acuerdo por la educación» motivado por las movilizaciones estudiantiles de 2006 (Fuente)

Por Victor Serge

Hemos hablado hasta ahora de algunas interpretaciones de la revuelta del 2019, en la primera y segunda parte de esta serie. Ahora recorreremos brevemente un aspecto que otras voces a veces resaltan al respecto: la crisis política del país. Me refiero con esto a la crisis de representación de la política, la desconexión de la política y las elites con la ciudadanía más ampliamente y problemas asociados.

Para guiar la discusión ocuparemos el libro del PNUD Diez años de auditoría a la democracia: antes del estallido (2019), que ofrece una mirada más profunda sobre el estado de la política chilena en los últimos diez años antes del estallido de la revuelta. Los estudios del PNUD gozan de bastante prestigio entre científicos sociales, por su pulcritud y rigor. Como todo científico, sus investigadores tienen posturas morales y políticas sustantivas. No obstante, como el economista y filósofo Lucas Miranda (investigador de Faro UDD) recientemente recalcó en su comentario del Nobel de Economía 2024, ciencia y valores no son cosas opuestas de principio (más bien al contrario; ciencia y valores son cosas imbricadas), y se puede velar porque la relación entre valores y ciencia sea positiva y no viciosa (para más sobre este tema, puede visitarse el artículo “Scientific objectivity” de Eleonora Montuschi en Philosophy of Social Science: A New Introduction, editado por Cartwright y la misma Montuschi).

Dicho eso, procedemos al texto. El PNUD comienza su diagnóstico con estas palabras:

“Durante las últimas tres décadas, Chile destacó en el panorama mundial y especialmente en el contexto latinoamericano por su estabilidad política, por su desarrollo en el ámbito económico y por avances sociales significativos. En efecto, en este período el país demostró tener instituciones sólidas y gobernabilidad democrática, al tiempo que exhibía un crecimiento económico generalmente sostenido y una marcada reducción de la pobreza. Estos logros son innegables y se han traducido en mejoras en las condiciones de vida y en las oportunidades de desarrollo de miles de chilenas y chilenos. Sin embargo, esta superficie de estabilidad también estuvo marcada por diferencias, desigualdades y malestares profundos. La irrupción de masivas protestas en todo el país el 18 de octubre de 2019 reveló con fuerza que, a pesar de los avances, la democracia en Chile enfrenta desafíos importantes.” (p. 5).

Para los investigadores del PNUD, la democracia no se reduce a aspectos procedimentales e institucionales como representantes electos mediante voto periódico. Además, consideran que la democracia es “una condición y proceso para alcanzar un desarrollo sostenible e inclusivo. Para contribuir a este propósito, requiere del reconocimiento y la protección de los derechos civiles, políticos, sociales, económicos y culturales que hacen posible el ejercicio pleno de la ciudadanía.” (p. 5) Estas reflexiones parecen ser complementarias a las del trabajo de Amartya Sen, al que ya hemos referido en esta contribución para la campaña del Apruebo, según el cual los distintos tipos de libertades (económicas, políticas, educativas, etc.) son, además, complementarias entre sí y se potencian mutuamente. Sen es economista matemático y filósofo político, Nobel de Economía y escritor del célebre trabajo Desarrollo como libertad.

El PNUD considera que el desafío del mejoramiento de la democracia implica no solo fortalecer las instituciones del Estado, sino que también hacerlo con miras a una política más participativa. Consideran que debemos “asumir que las personas son la base y el motor de la democracia.” (p. 5).

El trabajo consta de cinco encuestas nacionales realizadas entre 2008 y 2018, con la intención de evaluar la evolución de la calidad del sistema democrático en Chile. El trabajo “describe la valoración del régimen democrático, los niveles de confianza institucional, los cambios culturales, los ideales ciudadanos, las causas colectivas a las que adhiere la población y las nuevas formas de involucramiento político. Todos aspectos clave para la gobernabilidad democrática y el desarrollo sostenible.” (p. 5).

Según los redactores del informe, “todos los elementos que resultaron en la mayor movilización social desde el retorno a la democracia ya estaban presentes con anterioridad al estallido.” (p. 9).

El diagnóstico de la situación (en el prólogo del texto) se organiza sintéticamente en torno a cinco claves (pp. 10-13): 1) “Las múltiples caras de la desigualdad”, 2) “Distanciamiento entre las elites y la ciudadanía, 3) “La transformación del malestar y el sentido de urgencia”, 4) “Déficit institucional”, 5) “Nuevas formas de involucramiento político”.

Destacan, a propósito del contenido posterior del informe y los objetivos de este artículo, el 2, el 4 y el 5 (respecto a puntos como el 2, destacamos el trabajo previo del PNUD titulado Desiguales. Orígenes, cambios y desafíos de la brecha social en Chile (2017), ya referido en la segunda parte de esta serie).

Es muy importante, aquí, el punto 2: el distanciamiento entre las elites y la ciudadanía. El PNUD reporta que este distanciamiento, percibido masivamente por nosotros (los cualquiera), ha llevado a una responsabilización de las elites sobre las cuestiones que aquejan al país. “Desde 2015 la evidencia muestra que las personas les atribuyen, especialmente a la elite política y a la elite económica, la responsabilidad por la desigualdad existente en el país y las numerosas situaciones de abuso que se denuncian (PNUD, 2015).” (pp. 10-11). Según los investigadores, se ha generalizado la percepción de que vivimos bajo la fuerte influencia “de una elite socioeconómica cerrada, que se autorreproduce protegiendo sus privilegios y que atenta, por lo tanto, contra el ideal meritocrático que también se ha consolidado como principio normativo en la sociedad chilena, de la mano con la expansión del acceso a la educación superior.” (p. 11).

Los investigadores dicen que esta percepción ciudadana es esperable, pues en efecto las elites socioeconómicas están sobrerrepresentadas en los espacios de toma de decisión (con cifras expresivas al respecto bastante brutales). A nivel de género, la cosa es similarmente escandalosa con la masiva sobrerrepresentación masculina en estos espacios (p. 11).

“El sesgo socioeconómico en los espacios de toma de decisiones tiene su correlato en la opinión pública: siete de cada diez personas consideran que los empresarios tienen mucha o bastante influencia en las decisiones que toma el Congreso. Por el contrario, menos de un tercio opina lo mismo respecto de los movimientos sociales, los trabajadores o los pueblos indígenas. Más aún, en 2016 nueve de cada diez personas consideraba que en Chile la desigualdad sigue existiendo porque beneficia a los ricos y poderosos (PNUD, 2017a).” (p. 12).

Esta distancia entre los cualquiera y las elites también se puede ver expresada en la masiva diferencia de opiniones que hay entre estos grupos de personas. “Por ejemplo, mientras el 59% de la ciudadanía señalaba el 2013 que no debería permitirse que las empresas privadas hagan negocios y obtengan ganancias en áreas como la salud, la educación y los servicios básicos, un 74% de la elite opinaba que sí debería permitirse. Asimismo, un 45% de la ciudadanía consideraba que los cambios en la sociedad debían ser profundos, porcentaje que disminuía a un 19% en las elites (PNUD, 2015).” (p. 11).

La clave 4 es particularmente importante también, y versa sobre la caída en la confianza y aprobación de las instituciones clave en el funcionamiento del Estado, como el Congreso, los partidos y los tribunales de justicia. De acuerdo al PNUD, “para las personas el buen funcionamiento de la democracia no solo se vincula con aspectos procedimentales, como elecciones libres y periódicas, sino con la construcción de una sociedad inclusiva y justa. En este sentido, desde la perspectiva de la ciudadanía, la persistencia de la desigualdad representa un fracaso de la democracia y de sus instituciones.” (p. 12).

De ahí mismo también, en parte, que la ciudadanía, como se resalta en la clave 5, se ha arrojado a otras formas de involucrarse políticamente, incluyendo más acciones disruptivas, como tomas y cortes de calle. Esta tendencia puede verse si uno mira las movilizaciones de los tempranos 2000, pasando por el “mochilazo” de 2001, la “revolución pingüina” del 2006, el gran movimiento social por la educación de 2011 o el movimiento feminista y su auge en los últimos años (además de movimientos, por ejemplo, ambientalistas, por las pensiones y por la salud). En un contexto de crecientes destapes de escándalos de corrupción y de lo que el mismo PNUD llama “oligarquización de la política”, la cosa ha pintado como para que se de un “recrudecimiento de la protesta social”. (p. 16).

La ciudadanía, según el diagnóstico del PNUD, habría estado en este tiempo perdiendo, entonces, confianza en “la capacidad de las elites para plantear proyectos viables” (p. 22).

El informe entrega numerosos gráficos y datos sobre la evolución de las percepciones ciudadanas respecto a la democracia como sistema en general y respecto a la democracia chilena en concreto (capítulo 1). Entrega datos importantes, bastante dramáticos, sobre la caída en la confianza de los chilenos en las instituciones que los gobiernan (capítulo 2), además de mapear cambios culturales importantes del Chile de los últimos años (capítulo 3), los cambios en las maneras de los chilenos de involucrarse políticamente (capítulo 4), para finalizar en el capítulo 5 con información relevante sobre las diferencias de valoración de la democracia en distintos grupos sociales y políticos de país.

El tema, así como el libro, da para largo. Nos conformamos aquí con una brevísima aproximación sinóptica a su contenido para aportar algunos elementos a la conversación. En el próximo artículo (la cuarta parte de esta serie) revisaremos uno de los aspectos más fuertes y dolorosos de este proceso histórico vivido en la primavera y verano de 2019-2020: la brutalidad policial y su posible relación con el estallido mismo de la revuelta.