Mi papá y los papás de muchos viven esperando cirugías y atenciones que no pueden pagar, entre otras tantas miserias. Ríos de tinta y millones en propaganda se han invertido en tratar de convencernos de que está bien vivir así, con gente muriendo en la pobreza más dura, viviendo hacinados o con lo justo. A diferencia de estos intelectuales sirvientes del poder, otros como el Nobel de Economía Amartya Sen se rebelaron contra esta infamia. Sus tremendas ideas e investigaciones dan muchas más razones aún para votar a favor de una nueva Constitución que garantice derechos sociales universales.

Hace unos años me enteré de que mi papá no puede hacerse una cirugía que a menudo le aliviaría mucho malestar y le daría mucha más libertad, por falta de plata. Que tiene que estar ya retorciéndose en dolor, incapacitado de caminar para que le den la cirugía gratis. ¿Quién no conoce casos así? Más gente en mi familia sufrió destinos incluso muy trágicos en buena parte empeorados o derechamente vueltos desastre por la falta de recursos. Pobreza, degradación mental y espiritual, condiciones inhabilitantes, dolor y muerte. Entre todas las sonrisas y el optimismo que le arrebatamos a la injusticia y la vulnerabilidad cotidiana de las mayorías, entre la crítica y la indisposición a conformarse, aparecen ideas nuevas para vivir mejor. Y estamos aquí, a poco de votar los cambios más grandes en el horizonte que han habido en décadas este 4 de Septiembre.

Ya hemos reseñado y comentado sobre las «rentables heridas de la salud chilena», los millonarios traspasos de fondos públicos al sistema privado a costa de los chilenos humildes que más se sacrifican por el país, cuánta gente muere en lista de espera (cuántas de ellas fueron desatendidas y negligidas por el sistema) y lo que esto tiene que ver con la actual Constitución y la propuesta que se ha puesto sobre la mesa. Hay personas que quieren mantener las cosas como están, que prometen «rechazar para reformar» sin decirnos nunca qué reformas importantes harían y por qué han bloqueado todas las reformas importantes propuestas hasta ahora, sin excepción, incluso recientemente.

Ríos de tinta y millones en propaganda han gastado los referentes e intelectuales elitistas para defender esto, con terribles resultados para las poblaciones que han sufrido sus consecuencias, como la estadounidense (donde no mucho menos de la mitad de la gente hace unos años reportaba no alcanzar a pagar todas sus necesidades básicas son su ingreso), o la chilena como bien sabemos quienes vivimos aquí y no tenemos la cabeza en Neptuno. En ambos países miles mueren en listas de espera, en ambos la pobreza y la indigencia es abundante y brutal.

Contrasta con esta visión la solidaridad de muchas personas que resisten los golpes de la pandemia, el desempleo y el estancamiento de los sueldos que lleva ya muchos más años. Y también la visión, a diferencia de los intelectuales serviles al poder y de orientación elitista, de investigadores conectados con su sociedad y equipados del entrenamiento filosófico y científico apropiado al caso. Este es el caso de pensadores como Amartya Sen, destacado economista matemático y filósofo político originario de la India. Fue Nobel de Economía en 1998 por sus contribuciones a la economía del bienestar y teoría de la elección social (un área que mezcla contribuciones de la matemática y la filosofía moral). 

Destacó en sus contribuciones como economista matemático, tanto en ética como en filosofía política. Su curriculum es impresionante, habiendo enseñado en varias de las universidades más prestigiosas del mundo (como Harvard, Cambridge o MIT) y habiendo contribuido en destacadas instituciones de investigación como Oxfam (de estudio y análisis de la desigualdad en el mundo) o la Organización Internacional del Trabajo. Presidió la Asociación Americana de Economía y la Asociación Internacional de Economía, consagrado con todo esto y mucho más como una eminencia y referencia obligatoria en el área. Ayudó a desarrollar el famoso Índice de Desarrollo Homano (IDH). Contribuyó a expandir a nivel mundial nuestra concepción sobre la libertad, el bienestar y el desarrollo ampliando, pero no abandonando el foco estrictamente económico enfocado en los sueldos e ingresos. Ha destacado en la investigación de la pobreza y la desigualdad, las hambrunas, la salud y la desigualdad de género (impactó, entre otras cosas, por su ensayo de 1990: “Faltan más de 100 millones de mujeres”).

Para Sen, el desarrollo debe ser visto como el proceso de expansión de las libertades que las personas disfrutan. Es importante concentrarse en eso, y no simplemente en los medios que podamos considerar para lograrlo como el desarrollo económico o industrial. El desarrollo no es lo mismo que el crecimiento el PIB (el Producto Interno Bruto), la medida (imperfecta aunque expresiva) más típica para estimar el tamaño de la economía (y que sería el precio de todos los servicios y productos del país en un periodo de tiempo). Tampoco es simplemente el avance tecnológico. Todo eso es fundamental, pero son medios o herramientas para lograr la libertad, y no un fin, un objetivo en sí mismo.

El bienestar, en el “enfoque de capacidades” trabajado por Sen (también junto a la destacada filósofa liberal Martha Nussbaum), se tiene que entender no por cuántos ingresos tienes simplemente, sino por qué cosas puedes hacer o no hacer. Hay que preguntar: ¿Puedes comprar comida o pagar el acceso a energía y calefacción? Pero también: ¿Puedes tener cobertura de salud cuando es más urgente? ¿Puedes influir en la política de tu país? ¿Puedes hacer responsables de sus acciones a los representantes públicos corruptos o ineficientes? Y así.

Para pensadores como Sen, así como para liberales igualitaristas como el influyente filósofo político John Rawls (colega de Sen en Harvard), es inaceptable que en una sociedad democrática haya gente que pase hambre o no tenga facilidades médicas mínimas. Tales cosas dañan desde la raíz la libertad de una persona, su capacidad de hacer que su voluntad dirija su destino, y de que pueda desarrollar sus diversas habilidades y capacidades de expresión. Para pensadores y personas de tal orientación ética, es importante no dejar que nadie quede atrás si al final no pudo, por sus propios medios, obtener los servicios o cosas básicas para la supervivencia y la seguridad. La civilización actual ha producido una riqueza sin precedentes y sin embargo niega muchísimas libertades a un enorme número de personas en el mundo (solo por ilustrar el caso, se estima que más de 800 millones de persona hoy en día pasan desnutrición y hambre).

Es notable que Amartya Sen muestra cuidadosamente en su investigación, y en atención a la evidencia, que estas distintas formas de libertad se potencian entre sí. Si las personas en una sociedad tienen más plata se pueden educar más y si tienen más acceso a la educación pueden tener más plata; si tienes más libertades políticas puedes tener más facilidades para garantizar libertades económicas y mejores oportunidades, más transparencia y menos corrupción, recursos usados de manera más eficiente, y así indefinidamente en un ciclo virtuoso al que debemos aspirar.

A nivel más general, personas más libres promueven con más fuerza un ambiente económicamente dinámico y abundante en personas habilitadas para crear, colaborar e innovar. Se ha estudiado insistentemente además cómo menos segregación y desigualdad económica y urbana hace que la delincuencia sea cada vez más rara donde este ciclo virtuoso aparece (Sen reconoce, razonablemente y como cualquiera de nosotros, que la seguridad, el poder vivir en ambientes pacíficos, menos violentos es un aspecto importante, sin duda básico de la libertad).

Por lo demás, una competencia de mercado con condiciones tan desiguales de partida jamás tendrá la más minima semejanza con la tan manoseada «meritocracia» (sería como pensar que es justa una carrera donde unos parten más adelante y con esteroides, mientras otros parten mal alimentados y sin tiempo para entrenar).

Así, la libertad también se puede ver como un medio para el desarrollo y para conquistar más libertad todavía (más de una es más de la otra). El economista y filósofo habla, en ese sentido, de libertades políticas, facilidades económicas, garantías de transparencia e información (a todo nivel en la sociedad y no solo a nivel de la regulación de la corrupción directa y evidente) y medidas de protección o seguridad social (impedir que la gente vulnerable llegue a sucumbir a la carencia; lo cual por lo tanto contempla cosas como beneficios de alivio al desempleo o ayuda para casos de hambruna, entre otras cosas). Una de las afirmaciones más fuertes de Sen a lo largo de su trabajo fue la de que “ninguna hambruna jamás ha tomado lugar en la historia del mundo en una democracia funcional”, lo cual para muchos se sostiene en el tremendamente riguroso trabajo de investigación que hace en destacadas obras como Desarrollo como Libertad (1999), entre otras. 

Evidentemente, la Constitución actual va en la dirección contraria, mientras que el robusto catálogo de derechos y libertades que el proyecto de nueva Constitución nos lleva en la dirección planteada por Sen, y ha sido aprobado, a pesar de imperfecciones y cosas que mejorar, por trabajadores, profesionales, intelectuales y abogados constitucionalistas de la mayoría del espectro político (descontando a los más extremistas, en particular de derecha). Les invitamos a informarse y a no caer en la campaña del terror y la desinformación. A no estancarnos en lo antiguo, a no retroceder ahora que ya hemos avanzado tanto. Por la vida, por la libertad.

Más info:

▶ Revisa la Guía/síntesis completa del nuevo proyecto constitucional para Chile aquí

▶ Resumen y comentario de libertades y derechos en la nueva Constitución por parte del convencional, académico constitucionalista y doctor en derecho Jaime Bassa para Hora Constituyente vía La voz de los que sobran

▶ Breve síntesis y defensa del proyecto por parte del académico constitucionalista de centro-derecha, también doctor en derecho, José Francisco García para The Clinic