Imagen: Fundación Salvador Allende

Por Victor Serge

A menudo vemos excusas para el golpe en la idea de que nos salvó de una dictadura marxista. ¿Es esto así? Tristemente para los pinochetistas, no. No hay evidencia de que hubieran planes dictatoriales ni similares en la izquierda, y ante la falta de pruebas, la cuestión sólo se reduce a injurias y calumnias.

Para analizar todo esto esto hay que recordar cosas como la importancia que tenía la vía pacífica para el PC y la facción de Allende del PS (donde tenemos también aquí un partido que, aunque con facciones más radicalizadas que otras, también contenía en sí fundadores de tendencias libertarias y una herencia anti stalinista marcada). La mayoría de la gente en Chile no quería pelear, ni guerra civil, ni dictadura. Sobre los izquierdistas dispuestos a la lucha armada para llegar al poder podemos hacer una evaluación super crítica y todo, pero nunca olvidar el “contexto” en que estos grupos se formaron, con un siglo XX plagado de masacres contra la clase trabajadora e incluso bajo gobiernos progres de clase media que algunos tanto admiran. La miseria del mundo capitalista de la época, con gobiernos ultra-derechistas que gobernaban con puño de hierro ya antes de la dictadura (y que tuvieron además abiertas alianzas con el fascismo), fue el caldo de cultivo para los grupos más radicalizados de la izquierda al alimentar la desesperación, el miedo y la rabia contra el crudo dominio de las clases altas (culminando en el sabotaje empresarial y el terrorismo en manos de grupos como Patria y Libertad durante el gobierno popular). Contra las simplificaciones y omisiones constantes la derecha sobre todo este proceso histórico debemos oponer la búsqueda honesta y responsable por la verdad.

Más aún, testimonios de la propia dictadura descartan las calumniosas acusaciones que vienen de la derecha. Fue el mismo Manuel Contreras, jefe de la infame policía secreta de la DINA, el que reconoció que no se encontraron ninguno de los famosos soldados cubanos que supuestamente estaban ahí para hacer un «autogolpe.» Por su parte, el entonces jefe la Fuerza Aérea, Gustavo Leigh, ante las preguntas reconoció que no encontraron las famosas armas que la izquierda y los trabajadores hubieran estado, supuestamente, escondiendo.

Para redondear el argumento puede agregarse algo más: incluso fuentes de derecha han confirmado que Allende iba a llamar a un plebiscito revocatorio antes de que fuera el golpe. Con ese plebiscito podríamos haber encontrado una forma más pacífica de enfrentar nuestros desacuerdos, y muy probablemente se hubiera logrado sacar a Allende de la posición presidencial (recordemos que, aunque masivo, el apoyo electoral de la UP todavía no superaba el 45% y difícil que la proyección se hubiera movido mucho en ese mismo año).

Sin duda la UP cometió grandes errores, incluyendo la ingenuidad de Allende de confiar en la supuesta tradición democrática del país por tanto tiempo. Políticas problemáticas o mal implementadas como el control de precios, problemas con el control de la inflación, entre otras cosas. La UP y sus organizaciones, y la izquierda en general, no podían pretender avanzar al socialismo sin más aún siendo minoría, sin suficiente apoyo entre las clases profesionales, sin poder militar efectivo para defenderse de la violencia patronal, con vínculos deficientes con sus bases y gente mandándose cagadas. Esto no quiere decir que no se pudiera o debiera hacer ningún avance hacia el socialismo con las políticas de Estado, pero al menos no le baja importancia a los tremendos obstáculos que enfrentaba el proyecto. Ante una izquierda que simplifica e idealiza su pasado y a sus referentes, debemos oponer autocrítica y una actitud creativa que mire al futuro.

Ahora bien, en lo grueso mucho más podría explicarse por el sabotaje de la oposición, la orden del presidente Nixon de “hacer gritar” la economía chilena y el rol admitido de la CIA (la Agencia Central de Inteligencia gringa) en promover el caos, la violencia y el terrorismo en el país para derrocar a Allende y así poner a momios y fachos a cargo. Antes de que el sabotaje fuera efectivo, el país seguía funcionando y creciendo con el gobierno de la Unidad Popular. El gobierno de los Estados Unidos y la CIA, protagonistas de la embestida reaccionaria, admitían estar preocupados de que el proyecto de Allende tuviera éxito, y consideraban que tenían que impedirlo para que la UP no diera un ejemplo de socialismo democrático a la región y al mundo. Los problemas, en definitiva, pudieron y debieron enfrentarse de otra manera, incluso mediante las posiblemente inevitables amenazas de violencia física que van con la negociación política en contextos de desacuerdo radical, donde las partes sienten (a menudo por motivos de peso) que las otras son una amenaza a la integridad o los deseos de libertad de cada una.

Dado todo y como dijera también Hobsbawm, se cometió también el error de subestimar “el temor y el odio de la derecha, la facilidad con que los hombres y mujeres bien vestidos adquieren el gusto por la sangre.” Aquí es donde la derecha tiene que hacer el mayor de los mea culpa, asumiendo su rol no sólo en los crímenes mismos que denunciamos, sino también, en lo previo, por su rol en la difusión de propaganda odiosa y deshumanizante contra la izquierda, por la calumnia y el fraude y todo lo que motivó crímenes brutales contra nuestro pueblo (e incluso contra gente que ni siquiera era de izquierda). Por esto y más, todo Chile debiera decir nunca más.