Imagen: El Clarin

Por Victor Serge

Hace poco el comandante en jefe de la Armada expresó un emotivo “nunca más” en una visita al ex centro de detención de Isla Dawson, en el contexto de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado. Considero que tiene valor que se le quite piso al facherío odioso dentro de las Fuerzas Armadas. Que sepan que no todos le prestan ropa a sus delirios autoritarios y asesinos contra su propio pueblo. Es un gesto valorable, como también lo fue el retiro de las figuras de Merino (miembro de la junta militar en dictadura) en los recintos de la Armada. 

Eso, asumiendo que no sea sólo una táctica para quedar bien. No obstante, no soy de la idea de que entre militares o derechistas está plagado de sociópatas manipuladores. Más bien creo que abunda mucha gente que cree hacer lo correcto. Es fácil demonizar a los adversarios, pero siempre a riesgo siempre de caricaturizar la realidad y no captar sus matices fundamentales. Una expresión de esto es cuando se ve la violencia de la dictadura como una mera monstruosidad irracional, omitiendo los objetivos altamente calculados que se buscaban al desplegar el terror y el hecho de que, en el contexto apropiado, cualquier persona podría participar o colaborar con semejante, horrible empresa (solo se necesita suficiente exposición y manipulación ideológica y propagandística, conflictos sociales agravados y miedo, mucho miedo).

El problema, sin embargo, es que, más allá de las declaraciones nobles, lo que se necesita es discurso y acción decidida contra las fuerzas más oscuras y peligrosas de la sociedad chilena (a saber, obviamente, el pinochetismo). Ahí lo que esperaríamos también son críticas a los pactos de silencio que mantienen los ex agentes del terror y sus cómplices; la mala disposición a colaborar en los procesos judiciales; la falta de reparación integral a todas las víctimas directas e indirectas; una iniciativa potente para limpiar a las Fuerzas Armadas de elementos fascistoides o derechamente fascistas, ultra nacionalistas y similares, en conjunto con un proceso de democratización de las mismas que también haga de las Fuerzas Armadas instituciones que de verdad estén sometidas al poder civil.

Lo pendiente, entonces, en realidad es mucho y lo más importante. La gran mayoría de los casos de violaciones de derechos humanos siguen impunes y sin consecuencias para sus culpables. Pinochet mismo salió limpio de los procesos judiciales y no se le pudo condenar por su responsabilidad en todo esto (a pesar de haber sido salpicado por las confesiones de sus subordinados y otros antecedentes, a pesar de haberse burlado de las víctimas en fosas comunes, a pesar de todo lo que robó, a pesar de todo). Todo esto da cierto margen al pinochetismo y sus aliados para negar la responsabilidad de Pinochet, omitirla, cuando no derechamente reconocen los crímenes cometidos (abiertamente o en secreto) pero para justificarlos.

El “nunca más” solo será posible si nuestra sociedad toma acción clara y decidida en contra del pinochetismo y sus aliados, incluyendo a quienes los albergan sin ninguna vergüenza en sus filas (cof Chile Vamos cof cof). Aquí siempre nos ha faltado el apoyo de la mayoría de “liberales” y “demócratas” de cartón que pueblan este país, que en su pasividad y complicidad con el pinochetismo han sido más bien un aporte a consolidarlo que a combatirlo. Esto, incluso, al mismo tiempo que condenan las violaciones de los derechos humanos y se llenan la boca con principios democráticos. Esos mismos que mandan directo al tacho de la basura cada vez que deciden aliarse y votar por ultra derechistas como Kast y compañía.