Por María Cruces
Me llamo Maria Cruces, Yo tenía nueve años. También bonitos recuerdos. Mucha alegría y algarabía porque por fin había ganado la UP. Recuerdo haber asistido a muchas marchas, haber asistido a tocatas de Quilapayún, Inti Illimani, cuando recién estaban comenzando. Caminar por la alameda y ver muchos escenarios en donde se cantaba y participaba mucha gente. Banderas rojas del PS. Brigadistas, obreros con cascos blancos. No había represión como ahora en las marchas.
Luego empezaron las colas, el desabastecimiento de comida. Pero hubo hechos que me marcaron y están nítidos en mí.
Mi casa está casi a la entrada de la Avenida principal. Y yo desde mi casa veía como llegaban unos camiones y vaciaban mercadería y pollo y carne en unas grandes zanjas que habían, donde después colocaron unos grandes tubos que son del alcantarillado, ahí botaban la comida en camiones tolvas que vaciaban y después le echaban cantidades de cal para que nadie los fuera a sacar.
Cuando vino el golpe de estado, vimos pasar casa por casa a los milicos y llevarse a todos los hombres de las casas con las manos tras la cabeza.
Yo vivo en Peñalolén Alto, estamos muy cerca del regimiento de telecomunicaciones estábamos rodeados de milicos. Después con el tiempo supe que todas las operaciones fueron maquinadas desde aquí, de este regimiento.
Todos los prisioneros fueron trasladados a una cancha de futbol. Después los hicieron formarse a medida que los llamaban por lista. Igual que en el colegio. ¿Como sé esto? Porque era chica y no medía las consecuencias, y los seguimos y vimos todo eso.
Una parte de los que nombraron se los llevaron al Estadio Nacional y los que no nombraron los dejaron ir a sus casas.
Los que se fueron al Estadio, muchos de ellos no volvieron, aún recuerdo sus nombres y vi como sus familias quedaron solas. Vi sacar muertos del canal San Carlos. Ir por la parte de atrás de Villa Grimaldi y escuchar muchos gritos. Pasar por delante y ver como lavaban la salida y ver correr agua con sangre. Ver como lavaban camiones tolvas y esa era el agua que corría hacia la calle, agua con sangre.
Después me di cuenta cuanto riesgo corrimos por andar sapeando, y que podían habernos matado, éramos muchos niños curiosos que no midieron las consecuencias en ese momento. Ahora uno le toma el peso de lo grave y las grandes consecuencias y sucesos que vimos.
Y así muchas cosas más.
Mi vida continuó y desde la clandestinidad pelear para volver a la democracia. Protestas para lograr un plebiscito y que ganara el NO. Salir a enseñar a votar, ir casa por casa, ver a mucha gente con mucho miedo, hasta que lo logramos. Y hoy que estamos en encierro recuerdo más esos días de encierro, de toque de queda, de permisos. Es como si se repitiera todo de nuevo.
Y digo de corazón, yo que no soy de ningún partido político: con más fuerza con más rabia nos volveremos a reencontrar.
Pero ahora no queremos más abusos.