Estamos enfrentados a uno de los procesos eleccionarios más extraños en la Historia de Chile. Un abrumador desinterés por participar de la ciudadanía por una evidente desconfianza de un proceso que sabemos que no resolverá el conflicto que divide a los chilenos. Las normas que deben regir el modelo de desarrollo no cambiará sustancialmente y el poder del neoliberalismo y sus representantes no sufrirá grandes alteraciones.

La Derecha a tres bandas: La tradicional, la heredera y depositaria de los principios de la Dictadura que a pesar de acarrear décadas de escándalos de corrupción apenas sufre costos electorales debido a su capacidad de controlar la prensa y la agenda. Además del poder que les da la riqueza acumulada por el saqueo.
Por otro lado, la derecha filo-fascista,  la que quiere conservar a toda costa el autoritarismo y clasismo del Pinochetismo, esa derecha que no tiene asco en reivindicar los crímenes de la Dictadura.  La que toma tecitos en Punta Peuco. Esta última crece a costa de la derecha patronal conservadora  que ha tenido algunas luces de apreciar la democracia o reconocer que Pinochet fue un ladrón.

Y la nueva Derecha, la derecha que dice no ser derecha, la que coquetea con el fascismo o con el oportunismo según la ocasión. La derecha de los incultos, la que está dispuesta a inflar a aventureros ambiciosos para participar en el festín del poder. La derecha agrupada en el Partido de la Gente, un partido sin esencia, sin ideología expresa, pero que exuda derechismo en cada frase que emite. El partido de los oportunistas. Como su líder.

 Ninguna de estas 3 listas está interesada en cambiar las reglas. Con suerte enchularlas, proponer cambios cosméticos, aparentes, insulsos.  Ya no tienen la presión de prometer portarse bien ante medio Chile indignado, ardiendo en llamas por la ira de los insatisfechos y que los tuvo por las cuerdas.

 

Por otro lado, el Concertacionismo DC, PPD, Radicales ya sin fuerza de ideas nuevas, que sobrevive gracias al poder acumulado durante décadas de concubinato con la derecha pero que ha apoyado esta vez al Gobierno de Boric. Al menos debe reconocerse que alguna vez tuvieron la intención de acabar con el legado de Pinochet.

Y los únicos que pueden representarnos con alguna esperanza de Cambio está en la Lista D que agrupa al partido del Presidente Convergencia Social, el Frente Amplio, RD, Comunes, Comunistas y Socialistas.

Inmersos en un proceso al que con suerte logremos obtener una mayoría siempre insuficiente para poder llevar a cabo cambios sustanciales en la Constitución. Peor aún, aunque la Izquierda logre una mayoría, poco o nada podrá hacer cuando sea el Congreso el que cercene cualquier intento de cambio. Los nuevos consejeros poco o nada tendrán que aportar en una Constitución que fue redactada en su mayoría por los asistentes de los partidos tradicionales, meros secretarios que cumplen las órdenes de sus mandantes. El actual Congreso podrá impedir o cambiar cualquier artículo que incomode a los poderosos. Lo habrían hecho incluso si hubiese ganado la Nueva Constitución del proceso anterior.

Los llamados a votar Anulo tampoco logran tener una fuerza manifiesta, puesto que en la Izquierda siempre habrá disposición mayoritaria de enfrentar las injusticias por la vía democrática.
Temiendo que el votar Nulo termine favoreciendo a la Derecha, muchos votaremos por la lista D. La mayoría de los que lo haremos será casi sin ninguna esperanza. Solo para no darle el gusto a la Derecha. Y los que Anulen, por ancha y por manga tienen mayores posibilidades de decirnos que a la luz de los resultados tenían la razón. De este proceso Chile no logrará tener una Constitución que representa los intereses de las mayorías, si no que será una nueva versión de los postulados empresariales plasmados en reglas.

La política que se viene es entonces saber cómo los ciudadanos encausaremos nuestras exigencias de cambio, ya sea recuperando la iniciativa en la discusión, la cultura, las organizaciones y las luchas cotidianas que damos por lograr una vida mejor. Nuevos estallidos volverán inevitablemente aunque talvez no en un horizonte cercano.  La razón es simple: los problemas que hicieron estallar Chile no tienen un camino de solución y la clase política insistirá en seguir haciéndole trampas a la democracia, ya sea financiando mentiras, ya sea ofreciendo ilusiones que no cumplirán. Y seguiremos carentes de la posibilidad de desarrollarnos en un país justo, que permita que el bienestar sea para todos y los beneficios de nuestras riquezas naturales no se sigan acumulando en Sanhattan o en un paraíso fiscal. La única seguridad que tendremos es que viviremos en permanente inseguridad social.

Mientras se siga manteniendo un país con esta enorme asimetría de oportunidades, seguiremos sufriendo las consecuencias de la violencia delictual, la corrupción de las Instituciones, la segregación, el clasismo y la democracia contaminada con políticos mediocres, oportunistas e  infames: léase Parisi, La Cordero, el Kaiser, la Jiles, el De la Carrera, los diputados flojos, los diputados frescos, los políticos rascas que hacen trampas hasta con la bencina que consumen, los asesores truchos o los arriendos de oficinas falsas.

Ya se cumplen 50 años del Golpe fascista a los sueños de los humildes. En nuestro colectivo haremos todo el esfuerzo posible para que millones de Chilenos, sobre todo las nuevas generaciones, conozcan la historia de un proceso que estuvo cargado de Esperanza, Alegría y Dignidad.
A ver cómo somos capaces de recuperar esos valores. Súmese.
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