Imagen: mural de Hugo Chávez
Escrito ya hace unos años y traducido a diversidad de idiomas, este texto por parte de los destacados sociólogos Giorgio Boccardo (académico y hoy Subsecretario del Trabajo) y Sebastián Caviedes (hoy en día académico e investigador) nos guía a lo largo del proceso bolivariano desde antes de su nacimiento y hasta después de Chávez. Sumamente crítico de las consideradas desviaciones estatistas de la izquierda, aporta con elementos para un debate con altura de miras.
Por Giorgio Boccardo y Sebastián Caviedes
Escribir sobre Venezuela duele. En parte, porque significa dar cuenta del drama de un pueblo que por primera vez comenzaba a participar de la redistribución de sus recursos. Pero también, porque supone abordar el declive de un proceso político que ha sido referencial para la izquierda latinoamericana en las últimas décadas.
Por ello, propiciar un debate crítico y reflexivo sobre la crisis venezolana es fundamental. Lo que no implica, sin embargo, someterse al oportunismo de derecha. Ese que, tras una fachada democrática, reduce toda discusión al dilema sobre si el régimen venezolano es o no una dictadura, cuando sus intenciones apuntan a reinstalar un modelo social y políticamente excluyente como el neoliberal. Pero tampoco es responsable omitirse del debate como lo ha hecho la mayoría del pensamiento crítico, apelando a una suerte de solidaridad incondicional con el proceso, al punto de tornarse indolente con la tragedia del pueblo venezolano.
Entonces, nuestro interés por debatir sobre la grave crisis que atraviesa la sociedad venezolana, sobre los aciertos y errores del chavismo, tiene que ver con advertir lo mucho que está en juego en Venezuela, no sólo para el futuro de ese país y, por cierto, de toda América Latina; sino que para la construcción de proyectos radicalmente democráticos y alternativos al de la sociedad capitalista.
1) La crisis del puntofijismo
Entre 1958 y 1993 el orden político venezolano se sustentó en el Pacto de Punto Fijo [1]. Básicamente, consistía en que los dos principales partidos políticos, Acción Democrática (AD) y Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei), de orientación socialdemócrata y socialcristiana, respectivamente, acordaron que con independencia de quién ganara las elecciones, se formarían gobiernos de unidad nacional en base a un programa mínimo y a la repartición de las instituciones estatales. Este acuerdo dio vida a una sociedad “meritocrática” que era integrada por grupos empresariales, burocracias estatales y los obreros del petróleo, en torno, precisamente, a la distribución de la renta generada por el “Estado dentro del Estado”: Petróleos de Venezuela S.A. (Pdvsa). Pero esta “meritocracia puntofijista” excluía a una proporción considerable de trabajadores, a los campesinos y a los grupos marginales.
A fines de los años setenta, comienza una prolongada crisis económica y política. El declive de la renta petrolera mermó las capacidades del Estado para responder a las demandas de las fuerzas integradas al pacto. Por su parte, AD y Copei, se fueron tornando cada vez más en maquinarias electorales clientelares y corruptas, y se distanciaron de las bases que les dieron sustento político [2]. Durante el segundo gobierno del adeco Carlos Andrés Pérez (1989-1993), se inicia la aplicación de radicales políticas de ajuste estructural, desatando, en febrero y marzo de 1989, masivas protestas populares conocidas como el Caracazo, las cuales fueron violentamente reprimidas, terminando con centenares de muertos y miles de desaparecidos.
Las reformas fueron resistidas por la burocracia puntofijista dado que para su implementación se requería desplazarlas, así como reducir las prebendas entregadas a las clientelas, lo que desestabilizaba los delicados equilibrios de la alianza dominante. Pese a que las transformaciones se llevaron a cabo, éstas fueron incapaces de detener la crisis económica y política. De este modo, mientras en 1993 el puntofijismo destituyó a Pérez por acusaciones de corrupción, por primera vez desde 1958 se impuso en la elección presidencial un candidato que no proviene del pacto. El ex copei Rafael Caldera crea un nuevo partido socialcristiano y, en alianza con organizaciones de izquierda, gana las elecciones con un programa anti neoliberal. Pero después de sortear la peor crisis financiera de la historia del país, Caldera negocia con el FMI e impulsa la Agenda Venezuela. Con este plan, además de las ortodoxas medidas monetaristas aplicadas, se reducen drásticamente las prestaciones sociales a los trabajadores y se inician políticas de apertura e internacionalización de la industria petrolera, desatando nuevamente las protestas.
Tras pasar dos años encarcelado luego de encabezar, en 1992, el frustrado golpe de Estado que lo convirtió en referencia política nacional, Hugo Chávez es liberado. Junto al apoyo de militares, intelectuales y militantes de izquierda, inicia una avasalladora actividad política. Así, en el contexto de una sociedad profundamente dividida, en el que el sistema político se encontraba totalmente deslegitimado y se profundizaba el deterioro de las condiciones de vida de la población, Chávez funda, en 1997, el Movimiento Quinta República (MVR). El año siguiente se impone en la elección presidencial, apelando a un proyecto que le dio voz, sentido de dirección y esperanza a ese enorme malestar social.
En resumen, la transformación neoliberal desata el colapso de un sistema político corroído, que se mantenía desde el Acuerdo de Punto Fijo. Tales condiciones de vacío político explican, en parte, el vertiginoso ascenso de Chávez. Tras quince años de gobierno, el chavismo revierte varias de las reformas neoliberales y, mediante una redistribución radical de la renta petrolera, fija nuevas clientelas al Estado, las cuales sostienen un proyecto nacional y popular que, no por ello, deja de ser capitalista [3].
2) Ascenso y desarrollo del chavismo (1999-2013)
El proyecto inicial de Chávez no se distancia en demasía de las coordenadas del populismo latinoamericano: un discurso anti imperialista, la recuperación de la soberanía nacional, la centralidad de lo estatal, un caudillo militar, modos autoritarios de poder político e importantes programas de redistribución de la riqueza [4]. La prioridad en su primer gobierno fue la convocatoria a una Asamblea Constituyente para la creación de la Quinta República. Con una amplia mayoría chavista, la nueva Constitución reafirma el carácter capitalista de la economía venezolana, con un fuerte papel del Estado, que se reserva la actividad petrolera y otras industrias de interés público o estratégico. Políticamente, se incorporan diversos mecanismos de participación que buscan profundizar la democracia. En términos económicos, sociales y culturales, se expanden significativamente los derechos.
Dada la extrema dependencia de la renta petrolera de toda la economía y del Estado venezolano, el chavismo inicia una reversión de las políticas neoliberales de los años noventa [5]. Para ello, se confronta directamente con Pdvsa, que hace años priorizaba la rentabilidad por sobre el interés nacional. Se reestructura su política tributaria, se aumenta la contribución directa de ésta con el Estado y se detiene el proceso de apertura a capitales multinacionales iniciados en la década previa. Se recupera, además, iniciativa sobre la OPEP, para controlar los volúmenes de producción internacional y así aumentar el precio del petróleo. En particular, la política de control de precios acordada con países como Irak y Libia inicia las confrontaciones entre Chávez y el gobierno de los Estados Unidos.
Dos son las leyes que mayor oposición política generan en el empresariado: la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario, y la Ley de Hidrocarburos. La primera, fue un intento tardío de reforma agraria para limitar el poder del latifundio y dar cierta seguridad agroalimentaria a los campesinos. La segunda, permitió recuperar el control político y económico de Pdvsa. Ambas fueron catalogadas por el empresariado y la oposición política como un atentado a la propiedad privada.
En su segundo mandato (2001-2007), Chávez inicia la confrontación con una oposición dispuesta a utilizar todos sus medios para derrocar al gobierno. Estaba integrada por sectores militares, empresarios, los partidos puntofijistas, la “meritocracia” de Pdvsa y casi todos los medios de comunicación, además del apoyo del gobierno estadounidense. En abril de 2002 se lleva a cabo un golpe de Estado. Pero las combativas protestas populares obligan a restituir a Chávez en la Presidencia. A fines de ese mismo año, se produce el paro petrolero empresarial [6]. Nuevamente, la resistencia popular se mantuvo a favor del chavismo, y se pudo doblegar el sabotaje opositor. Tras soportar ambos embates, y a pesar del daño producido a la economía y de la drástica reducción del ingreso fiscal, Chávez salió fortalecido. Se trató de un cambio en la correlación de fuerzas que permitió desarticular a la oposición militar y las burocracias petroleras, pero a cambio de un nuevo pacto con los grupos populares de los cuales dependía la sobrevivencia política del régimen. Si bien ya habían votado por Chávez, es al calor del conflicto que asumen que este era “su gobierno” [7].
En los primeros años del chavismo, la crisis fiscal, la prioridad constitucional y la desestabilización causada por la oposición impidieron que mejoraran las condiciones de vida de los sectores populares. Pero dada su centralidad en la continuidad del proceso, y ad portas de un referéndum revocatorio convocado por la oposición, el chavismo volcó todas sus energías en el desarrollo de una nueva política social. Por medio de las llamadas Misiones, se implementó un radical programa de democratización de la renta petrolera, que mejoró significativamente los ingresos, la salud, la educación, las comunicaciones y el acceso a la cultura del pueblo venezolano [8]. En contraste con las políticas focalizadas, que prevalecieron en buena parte de América Latina, el gasto social se concentró en disminuir las desigualdades, pasando a ser un componente fundamental del gasto público. En síntesis, se construyó tejido productivo y social, así como una nueva institucionalidad.
La legitimidad de la nueva política social se expresó con claridad en el referéndum revocatorio de 2004. Chávez se impuso por el 59% de los votos y, en las elecciones de gobernadores de ese mismo año, sólo pierde en 2 de los 23 estados. Al año siguiente, ante la posibilidad de ser barridos en la Asamblea Nacional, la oposición se retira de las elecciones, quedando el Parlamento constituido exclusivamente por chavistas. Para la presidencial de 2006, Chávez triunfó por casi el 63% ante el adeco Manuel Rosales.
En adelante, Chávez se consolida como figura internacional, no sólo por liderar la nueva estrategia de control de precios de la OPEP, sino por frenar la política estadounidense de subordinación latinoamericana (el ALCA) mediante la alianza con los gobiernos de Brasil y Argentina, con la creación del ALBA y otras iniciativas de integración económica y social, así como con el apoyo creciente a gobiernos como el de Bolivia y Ecuador. Se trató, en definitiva, de una significativa resistencia política y cultural a las pretensiones hegemónicas de los Estados Unidos sobre América Latina, liderada por George W. Bush.
A comienzos del 2007, Chávez anunció que la “fase de transición” en Venezuela había finalizado y era el momento de avanzar en la construcción del Socialismo del siglo XXI. Para ello se requería de leyes habilitantes que le entregaran poderes extraordinarios, una reforma constitucional para declarar socialista a la República Bolivariana de Venezuela y construir el Partido Socialista Unido Venezolano (PSUV). Entre las propuestas específicas, Chávez reafirmaba la propiedad y el control del Estado sobre los hidrocarburos, la eliminación de restricciones para la reelección presidencial por más de dos periodos y la reorganización político territorial del país.
Es precisamente durante este periodo que se produce una inflexión en el proceso económico y político, cuyas consecuencias serán trascendentales para Venezuela. Pues, primero, en vez de avanzar en una diversificación productiva que hiciera al país menos dependiente de la renta petrolera y de los ciclos económicos internacionales, se apunta a fortalecer el distributivismo, así como la formación de un empresariado chavista de carácter comercial y financiero. De tal suerte, la “maldición de los recursos naturales” termina por sepultar en el largo plazo los esfuerzos de democratización social alcanzados. Segundo, Chávez termina reduciendo su propuesta de socialismo a estatismo y verticalismo. En efecto, en lugar de radicalizar la democracia política, queda preso del autoritarismo militar y, a pesar de la retórica, de las herencias del populismo y de los socialismos reales. Luego, en vez de darles más poder político a las clases populares, termina restándole poder a costa de un mayor clientelismo estatal y control burocrático del proceso.
Entonces, más allá de las dificultades propias de enfrentar a los Estados Unidos, a las fuerzas reaccionarias de oposición y las limitaciones del subdesarrollo latinoamericano, es precisamente en el momento de mayor auge del chavismo que se desaprovecha una oportunidad histórica de haber radicalizado el proceso social y político en curso. En ese sentido, Nicolás Maduro hereda condiciones sociales y políticas que estallan producto de los bajos precios del petróleo, pero que se originan años antes de su ascenso.
Continúa en la parte 2.
Referencias
[1] Becerra, M. (2001). El colapso del sistema de partidos en Venezuela: explicación de una muerte anunciada. En Maingón, T., Carrasquero, J., y Welsch, F. (Eds.). Venezuela en transición: elecciones y democracia, 1998-2000. Caracas: RedPol, pp. 36-51.
[2] Lander, E. (2007). Venezuela: logros y tensiones en los primeros ocho años del proceso de cambio. Gobiernos de izquierda en América Latina. Un balance político.Bogotá: Aurora, pp. 39-76.
[3] Ruíz, C., y Boccardo, G. (2015). ¿América Latina ante una nueva encrucijada? Anuario del conflicto social.
[4] Chávez, H. (1996). Agenda Alternativa Bolivariana: Una propuesta patriótica para salir del laberinto. Caracas. Recuperado de: http://minci.gob.ve/2014/03/libro-rojo/
[5] Boué, J. C. (2002). Internacionalización de PDVSA: ¿Triunfo estratégico o desastre fiscal? Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, 8(2), pp. 237-282.
[6] Maya, M. L. (2003). Venezuela en la encrucijada. Revista OSAL, (9), pp. 55-60.
[7] Lander, E. (2007). Op. Cit.
[8] Maya, M. L. (2008). Venezuela: Hugo Chávez y el bolivarianismo. Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, 14(3), pp. 55-82.