Por Jaime A. Torres Guerrero
Año ’71. La emoción, la alegría, el desbordamiento popular en las calles… Es la primera vez que le veo. Va en su automóvil junto a él, el comandante Castro. La gente les aclama, les saluda, ellos retribuyen el afecto y los saludos. Es una marea de mujeres y hombres… Todo un pueblo, los millones de mujeres y hombres…los anónimos, el motor de esta transformación.
Calle San Pablo, tiempo después, el compañero presidente regresa de una gira. Los trabajadores y vecinos han hecho con ramos de palmeras un arco de bienvenida. Nuevamente el desbordamiento popular en las calles es multitudinario, masivo. La calle San Pablo es la misma, pero ahora nos encuentra residiendo en el INBA. Estoy apostado en un ventanal del centenario edificio, a la espera de verle aparecer. La historia me recompensa, la marea humana es tan espesa, su automóvil avanza lentamente. La multitud le aclama, con gritos de “viva el compañero presidente Allende, Allende”, etc. etc. En un momento su mirada limpia y transparente se cruza con la mía. El tiempo se detiene por un par de segundos… un momento mágico y a la vez real.
Sabemos de su compromiso, de su desvelo. El parque Quinta Normal es el escenario en donde la cultura y el arte se abrazan con el pueblo movilizado. La exposición del cobre, el teatro, la danza y la música…
Pronto el aire se enrarece, el fantasma fatídico del golpe nubla nuestros corazones… Suena el teléfono de rectoría. Enrique Huerta, intendente de palacio, colaborador y amigo personal del presidente, habla y se despide de su padre don Aurelio Huerta, rector del INBA.
Escuchamos el último discurso del presidente. Las lágrimas corren por mis mejillas…
Vamos con mi padre, que es funcionario, a la entrada principal del INBA (Santo Domingo 3535). Frente a la portería, un carro blindado flanquea la entrada principal. Los techos y azoteas han sido ocupados por las fuerzas golpistas, Regimiento Yungay de San Felipe.
Los aviones ya vuelan rasantes sobre el centro de Santiago… Desde el tercer piso del patio amarillo… vemos abalanzarse finalmente con su carga de muerte los Hawker Hunter sobre La Moneda.
Los hijos del medio litro de leche diario tomamos tu ejemplo y empuñamos nuevamente tu fusil en los años ’80.