Imagen: Be Smart (PBS). Fuente

En este reportaje en tres partes (1. Antecedentes coloniales, 2. ¿Qué está pasando? -este artículo- y 3. ¿Superar el capitalismo?), el canal ecologista Our Changing Climate (Nuestro Clima Cambiante) nos lleva en un impactante recorrido por los antecedentes, causas y posible solución de una de las crisis más peligrosas para la vida en la tierra en nuestros tiempos: la Sexta Extinción Masiva. Ofrecemos aquí una transcripción y traducción de su contenido en tres artículos breves. En esta segunda parte revisamos la actualidad y gravedad del problema.

¿Qué es la Sexta Extinción Masiva?

La realidad de la vida en la Tierra es que todas las especies enfrentarán la extinción. Desde los organismos unicelulares más tempranos de la era Eoarcaica a los Estegasaurios del período jurásico tardío, flora y fauna se extinguen mientras otra forma de vida, más adaptada al niche del ecosistema, toma su lugar. La extinción y reemplazo son consecuencias de la evolución. Pero a lo largo del curso de la historia de la Tierra han habido ciertos momentos de puntuación. Cinco momentos en el tiempo que han sido catastróficos para la vida. Cinco eventos de extinción masiva donde, a lo largo de cerca de tres millones de años, la diversidad de las especies disminuyó dramáticamente (la más famosa de las cuales fue la muerte masiva de dinosaurios hace 65 millones de años).

Y ahora estamos viviendo en la sexta de ellas. Por razones en las que nos sumergiremos pronto, plantas, animales y la vida general en la tierra está muriendo a ritmos mucho más altos de lo normal, con la evidencia apuntando a tasas de extinción tan altas como 1.000 veces el ritmo usual de fondo. Lo que significa, como explica el investigador Gerardo Ceballos, que “lo que hemos perdido en 100 años se hubiera perdido en 10.000 años en tiempos normales.”

En efecto, el índice Global Living Planet Index de World Wildlife, que promedia el cambio en la abundancia de más de 5.000 especies a lo largo del mundo, encontró una disminución promedio de 69% en la población desde 1970. Aunque este número es muy limitado en alcance, aún así nos da un vistazo del potencial evento de extinción que estamos enfrentando. De acuerdo a un reporte de la ONU de 2019, más de 1.000.000 especies van a estar en peligro de extinción a lo largo de las siguientes décadas. E incluso si algunas especies son capaces de prosperar, la ausencia de un solo animal, planta o insecto clave podría desatar una reacción en cadena de extinción a lo largo del ecosistema local.

Esta dependencia e interconexión de los biomas locales ha sido ejemplificada de la manera más prominente por el lobo gris, que fue cazado en el Parque Nacional de Yellowstone durante los años ‘30 hasta sacarlo del lugar. La ausencia del lobo gatilló una cascada de consecuencias. 

Las poblaciones de alce, libres de su superdepredador, explotaron en números, lo que significó que una de sus principales fuentes de alimentación (los sauces) disminuyeron dramáticamente. La falta de estos árboles, que también son una fuente de comida para los castores, significó menos castores y embalses naturales a lo largo de las orillas de los ríos de Yellowstone, llevando a una transformación de la manera en que los ríos mismos fluían. Esto se llama cascada trófica y revela lo interconectado que está un ecosistema y lo vulnerable que puede ser a la pérdida de sólo una especie crucial. 

Un reporte del IPCC revela que “3 a 14% de las especies…probablemente van a enfrentar un alto riesgo de extinción a niveles de calentamiento global de 1.5°C (…)” y que este riesgo aumentará de 3 a 48% a los 5°C. Esto podría tener grandes efectos dominó a lo largo de los hábitats de la Tierra. Pero la extinción masiva no significa solamente catástrofe para las millones de especies erradicadas de su ecosistema. También significa desastre para las economías humanas y la organización social. Después de todo, nuestros sistemas de producción –nuestras economías– están construidas sobre la base de la prosperidad y biodiversidad de los ecosistemas. Así que cuando esos ecosistemas colapsan, sea a través del efecto dominó de la desaparición de una especie crucial o a través de extracción y extinción más en general, nos vemos severamente afectados.

La ausencia de insectos polinizadores significa ausencia de cosechas en los campos. La falta de algas y manglares a lo largo de las aguas costeras significa más inundaciones y menos peces. La ausencia del lobo significa más venado y más enfermedad. Y esa es solo la punta del iceberg. Hemos construido nuestro mundo, nuestra agricultura y nuestras ciudades en torno a una estructura específica de la naturaleza. Así que cuando esa estructura empieza a derrumbarse, cuando las especies mueren y los ecosistemas se desenvuelven, nuestro modo de vida sufre. De modo que para evitar que las cosas lleguen más lejos, necesitamos entender por qué está pasando todo esto.

¿Por qué está todo muriendo?

El legado de la extracción colonial europea de recursos está bien y con vida en Amazonas brasileño. Ahí, los árboles que son el hogar de una variedad de animales e insectos son talados y quemados para hacer espacio para granjas de soya y ranchos. La deforestación del Amazonas es inquietantemente similar a lo que hemos visto en las colonias a lo largo de la costa atlántica de Norte América. La tierra cambió dramáticamente desde una de bosques o tierras húmedas a una tierra de monocultivo o de un sólo animal.

Hay múltiples factores del crecimiento en las tasas de extinción que estamos presenciando hoy día y en el principio de la lista está el cambio de los usos de la tierra, o la transformación de hábitats a formas muy distintas, al punto de que una especie no es capaz de adaptarse a su nuevo ambiente. Podemos ver aquí que el uso de la tierra ha aumentado dramáticamente desde los 1700, y que siempre en el límite de la frontera está la agricultura. De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la tierra para la agricultura ocupa cerca de la mitad de la tierra habitable, y es responsable del 90% de la deforestación y 70% del uso de agua fresca.

Y esa transformación sostenida de los ecosistemas a paisajes más aptos para los sistemas industriales agrícolas ha significado desastre para la biodiversidad. Las especies están siendo empujadas a la extinción por el cambio del uso de la tierra, y en la última década la deforestación a lo largo de los bordes de la selva amazónica son un perfecto microcosmos de esto.

Como resultado de la pérdida de hábitat, más de 10.000 especies de plantas y animales arriesgan la extinción. Pero el cambio del uso de la tierra es solo uno de los factores forzando la extinción. El cambio climático es otro, y podría probar ser aún el más influyente si las temperaturas continúan subiendo a lo largo del siguiente siglo. Haya sido actividad volcánica intensa, crecimiento rápido de las plantas o polvo de impacto de un asteroide bloqueando el sol, las últimas cinco extinciones masivas fueron todas precipitadas por cambios en el clima.

Pero si esos cambios del clima ocurrieron sobre el curso de miles, sino millones de años, nuestras tasas actuales de emisiones están acelerando esa transformación climática a la escala de cientos de años. Cambios en las temperaturas globales pueden rápidamente significar desastre para los ecosistemas. Fuerza a los animales fuera de sus zonas geográficas normales, causa eventos meteorológicos como sequías e inundaciones en localidades mal equipadas para lidiar con ese tipo de tiempo, y crea condiciones inadaptables.

Como nota un reporte reciente del IPCC, el cambio climático ya está teniendo consecuencias que sacuden al mundo: “Aproximadamente la mitad de las especies evaluadas globalmente se han movido hacia los polos o… a elevaciones más altas. Cientos de pérdidas locales de especies han sido impulsadas por incrementos en la magnitud de extremos de calor, tanto como eventos de mortalidad masiva en la tierra y en el océano, y pérdida de los bosques de algas.

En breve, temperaturas y climas cambiantes llevarán especies a la extinción a lo largo del mundo si no se controla. Y aquellas especies que queden vivas luego de la pérdida de hábitats y las presiones del cambio climático tienen que enfrentar la amenaza adicional de la sobre-extracción de recursos. Muy como los dodos de Mauricio o los lobos grises de Yellowstone, la extinción de especies puede ser directamente impulsada por el cañón de la pistola o la trampa de la red.

Especies de peces a lo largo del mundo, como el atún de aleta amarilla, están amenazadas debido a nuestro insaciable apetito por la extracción de ciertos peces. Y en la tierra estamos viendo esto en todos lados, desde el comercio de marfil diezmando la población de rinocerontes blancos del norte, a los elefantes africanos del bosque al borde de la extinción por sus colmillos, a los pangolines cazados por sus escamas en productos medicinales. Pero en el corazón de todos estos factores que están impulsando la extinción, no está la naturaleza humana. No es nuestro odio inherente a otras especies lo que está impulsando una tasa de extinción más alta, sino más bien nuestro sistema económico. Nuestro modo de producción. Sí, así es: es el capitalismo.

(Continúa en parte 3)