De Overdevelopment, Overpopulation, Overshoot / Adam Maida; fotografía de Corbis Historical, via Getty Images (vista en The Guardian) / Daily Mail

En esta serie de tres artículos, el equipo de La Cacerola ofrece una transcripción y traducción del ensayo en video del canal Our Changing Climate. Con mínimas modificaciones, el artículo tiene tres partes correspondientes al mismo reportaje: 1. Historia, 2. Derechismo y progresismo (este artículo) y 3. La realidad de la sobrepoblación. En él, se repasan los malentendidos y distorsiones en torno a la idea de la sobrepoblación, pero también revisando las salidas más oscuras y peligrosas que ha tenido. Consideración obligatoria para cualquier persona preocupada de la ecología, la seguridad, el futuro de nuestras sociedades y de la vida en la Tierra

1. Sobrepoblación en la derecha: nacionalismo verde, ecofascismo, terrorismo

Las tradiciones racistas de Garrett Hardin y Thomas Malthus por ningún motivo han muerto. Simplemente se han transformado para encajar en una nueva era. Una que está viendo el ascenso de una extrema derecha empapada de ultranacionalismo y supremacía blanca, cuyo fantasma número uno es la inmigración. La relación entre fascistas y cambio climático es complicada (…). Para efectos de esta discusión, lo que es crucial considerar es que cuando los ultraderechistas hablan de construir una nación racialmente pura por la vía de detener y revertir violentamente la inmigración, a veces lo vinculan a la amenaza de la sobrepoblación.

Fracciones de la ultraderecha se han establecido en una respuesta torcida a la degradación de los recursos naturales y al cambio climático. Una que agrega un toque de verde a sus visiones ancladas en el nacionalismo blanco. Y una que continúa el legado de Ética de bote salvavidas de Hardin y del pensamiento de Malthus. Como Andreas Malm y el Colectivo Zetkin notan en su libro Piel Blanca, Combustible Negro (White Skin, Black Fuel, 2021), la ideología nacionalista verde explica la degradación ambiental y en última instancia el calentamiento global de dos maneras. La primera es afirmando que las tasas de población en el Sur Global están fuera de control y están causando la crisis ecológica. Y la segunda es a través de acusaciones sin base de que la inmigración del Sur al Norte está causando el cambio climático.

Así, en la visión de algunas fracciones de la ultraderecha, la sobrepoblación está íntimamente asociada con amenazas a la pureza nacional y ecológica. Es por esto que un prominente miembro del partido de ultraderecha Alternativa para Alemania, Björn Höcke, obtiene una ronda de aplausos cuando conecta la población de Africa con la seguridad fronteriza europea: “Los países de África necesitan fronteras alemanas. Los países de África necesitan fronteras alemanas [fuertes] para poder llegar a una política demográfica ecológicamente sustentable.” 

Partes de la ultraderecha alemana, de la ultraderecha finlandesa y de la ultraderecha norteamericana, entre otros, están expresando preocupación sobre la sobrepoblación del forastero racializado –el inmigrante. Y esta “coloración” pública de la sobrepoblación como no solo un problema experimentado por todos, sino como uno causado específicamente por países no-blancos fuera del núcleo imperial, no ha pasado desapercibida. Estas caracterizaciones tienen consecuencias.  

El tirador terrorista de Christchurch (2019), el de El Paso (2019) y más reciente el de Buffalo (2022), todos mataron en nombre del control de población y la protección ambiental. El tirador de Christchurch, que baleó a 51 personas en una mezquita de Nueva Zelanda, comienza su manifiesto repitiendo “son las tasas de natalidad, son las tasas de natalidad, son las tasas de natalidad.” Y luego afirma que “los invasores son los que están sobrepoblando el mundo…Maten a los invasores, maten la sobrepoblación y haciéndolo, salven el medioambiente.” Inspirado por esta perorata violenta, el manifiesto del tirador de El Paso argumentó un par de meses después que la inmigración y la sobrepoblación están causando la destrucción ambiental. El manifiesto advierte de una “invasión Hispánica” y afirma que “si podemos deshacernos de suficientes personas, nuestro estilo de vida puede ser más sustentable.”

Y finalmente el tirador de Buffalo, un autoproclamado ecofascista, que mató a 10 personas e hirió a otras tres en una tienda predominantemente de personas afrodescendientes, continuó este razonamiento violento y racista en su manifiesto de 2022 afirmando que los inmigrantes y las comunidades de color causan “problemas ambientales tales como la contaminación del aire, deshechos plásticos y el cambio climático.”

Así, el espectro de la sobrepoblación tiene ramificaciones tangibles y violentas en la ultraderecha. Es un mito que da justificación a la furia nacionalista blanca que ebulle bajo la superficie. Pero el control de población también puede tomar forma mediante esfuerzos estatalmente sancionados que son menos inmediatamente violentos, pero igualmente traumáticos.

La violencia extrema de la ideología fascista tiene una historia de sangrar hacia las políticas de aquellos que se consideran más moderados. En efecto, la larga historia del pánico sobre el crecimiento de la población está acompañada de una larga historia de esterilizaciones y programas de control de la fertilidad empujados por el núcleo hacia la periferia imperial. En 1959, por ejemplo, el Comité del Senado de EEUU sobre Relaciones Internacionales recomendó que se entregue ayuda extranjera a “países en desarrollo que establezcan programas para chequear el control de población.” Siete años después, el presidente Lyndon Johnson hizo de esta recomendación una regla, estableciendo una serie de programas de ayuda extranjera USAID a lo largo de la siguiente década para auspiciar el control de población. 

Este fervor sobre el crecimiento poblacional llevó a programas como el periodo de 21 meses de “Emergencia” en India, cuando el Primer Ministro Indira Gandhi supervisó la esterilización masiva de 8.3 indios en 1976. La mayoría era predominantemente masculina, y fueron esterilizados contra su voluntad. Pero esta clase de control poblacional era tristemente común en los 70. El director de la oficina demográfica de EEUU se jactó en 1977 de que “100 millones de mujeres a lo largo del mundo serían esterilizadas si varios programas auspiciados por EEUU logran sus objetivos.”

Así, en la segunda mitad del siglo 20, el núcleo imperial y en particular Estados Unidos, usaron su predominio financiero para obligar a la periferia imperial a disminuir sus poblaciones. Y mientras naciones como los EEUU buscaron controlar las poblaciones de naciones no-blancas, estaban simultáneamente controlando a comunidades oprimidas dentro de sus fronteras. Esto es eugenesia, lisa y llanamente. Bajo la amenaza mítica de la sobrepoblación, las naciones blancas, y los hombres blancos al mando, esterilizaron a millones de personas de color. Si es que o no estos líderes de la sobrepoblación creían realmente en la amenaza o la estaban blandiendo como una excusa para construir su nación racialmente pura, es intrascendente. El resultado final es el mismo. Pero no era y aún no es sólo la ultraderecha la que está exagerando la amenaza del crecimiento poblacional. Ambientalistas en la izquierda también han arrojado bencina al mito de la bomba demográfica.

2. Sobrepoblación en la izquierda: progresismo, ingenuindad y paternalismo

En 2019, el documentalista liberal que nos trajo Bowling for Columbine y Farenheit 9/11, Michael Moore, fue productor ejecutivo de un documental sobre cambio climático llamado Planeta de los humanos (Planet of the Humans). La película afirma que los recursos renovables van a ser insuficientes para enfrentar el alcance del cambio climático. Así que argumenta que la única forma de evitar esta crisis es que los ambientalistas enfrenten la amenaza de la sobrepoblación y de la sobre industrialización directamente.

El documental se aferra a un hilo consistente que ha aparecido a lo largo del movimiento ambientalista (principalmente dominado por personas blancas y por hombres) desde los 60. Uno que fue popularizado por Paul Ehrlich, y que ha sido perpetuado por los símiles de Bill Nye, David Attenborough, e incluso ex candidato presidencial socialdemócrata Bernie Sanders. Todas estas figuras ambientalistas expresan visiones sobre la población que no son disímiles a aquellas en la derecha y la ultraderecha: hay muchos humanos en este planeta, nuestros números están destruyendo el mundo natural, y tenemos que disminuir nuestra población para salvarnos a nosotros y al medioambiente.

Central a esta teoría es la creencia de que el rápido aumento de las personas en el planeta está causando un rápido aumento en las emisiones contaminantes. Así que para combatir el cambio climático, para combatir la escasez de comida y la degradación ambiental, debemos atender el asunto de la población. En lo que la izquierda diverge de la derecha es, sin embargo, es en las soluciones al problema de la sobrepoblación.

En vez de directa y abiertamente proponer eugenesia, limpieza étnica o la construcción de muros en las fronteras para mantener fuera la percibida sobrepoblación de inmigrantes, los defensores ambientales preocupados de la sobrepoblación tratan de presentar posibilidades de control poblacional limpio de animosidad racial o de clase. Muchos ambientalistas liberales afirman que la solución a la sobrepoblación no es la coerción o la limpieza étnica; es la educación y el acceso a la planificación familiar. En palabras de Bill Gates: “Lo que hagamos entre ahora y 2050 con la educación, con el crecimiento económico, con la salud y la nutrición, todo ello realmente marcará el rumbo para moderar el crecimiento poblacional entre 2050 y 2100.”

Bill Gates está en la vanguardia de este impulso para contener el crecimiento poblacional en la periferia imperial a través de la educación y la planificación familiar. Es un proyecto que intenta pintar el control poblacional como una elección. Quiero ser claro aquí: expandir el acceso a la planificación familiar es esencial. Pero cuando es aproximado a través del prisma de la sobrepoblación, la definición de la planificación familiar se reduce significativamente. Ya no se trata de habilitar a las mujeres y a sus parejas a elegir la familia que quieren tener. En su lugar, se trata de limitar el tamaño de la familia. Como el profesor de historia, Matthew Connoly nota en una entrevista con Al Jazeera, “esta idea de que la planificación familiar es sobre ayudar a la gente a tener las familias que desean tener, [implica que] entonces también debes estar asistiendo a aquellos que no son capaces de tener niños y que les gustaría tenerlos.”

Entonces, ¿Cuáles son las implicaciones de un hombre blanco extremadamente poderoso como Bill Gates impulsando su forma de educación y su forma de acceso al control natal sobre aquellos que viven en la periferia imperial? Pareciera como si Bill Gates, y aquellos que defienden los derechos reproductivos en nombre de contener el crecimiento poblacional, en realidad no quieren derechos reproductivos. Lo que quieren es que las mujeres tengan menos niños. Más aún, bajo la superficie yacen ciertos supuestos que remontan a las raíces racistas del mito de la sobrepoblación. Siempre parece cargar la responsabilidad a los pobres, a las personas de color, las mujeres y aquellos en la periferia imperial con problemas que los Bill Gates del mundo están creando al acumular montos masivos de riqueza.

Sin duda, aquellos preocupados por la sobrepoblación también suelen estar en la sede del poder. Sea Malthus, Attenborough o el principe Philip, y donde el chivo expiatorio de su percibido problema siempre parecen ser aquellos que históricamente más han sido robados de su poder: mujeres pobres de color en el Sur Global. La clave aquí es que este mito de la sobrepoblación impulsa una solución peligrosa. Una solución que es por naturaleza paternalista y que trata de salvar de sí mismas a las personas marginadas. Independientemente de las intenciones detrás de este control poblacional, la realidad es que la sobrepoblación no es un problema. Aquellos que entran en pánico sobre la población no están solamente pasando por alto los reales motores detrás de la degradación ambiental y el cambio climático, sino que también están dedicando recursos y tiempo a soluciones que en el mejor de los casos son inefectivas, y en el peor de los casos dañinas y violentas. 

En la siguiente y última parte de esta serie veremos qué está pasando realmente con la población global y cuál es realmente el problema.