De Overdevelopment, Overpopulation, Overshoot (Population Media Center) (Imagen: Canadá)
En esta serie de tres artículos, el equipo de La Cacerola ofrece una transcripción y traducción del ensayo en video del canal Our Changing Climate. Con mínimas modificaciones, el artículo tiene tres partes correspondientes al mismo reportaje: 1. Historia, 2. Derechismo y progresismo y 3. La realidad de la sobrepoblación (este artículo). En él, se repasan los malentendidos y distorsiones en torno a la idea de la sobrepoblación, pero también revisando las salidas más oscuras y peligrosas que ha tenido. Consideración obligatoria para cualquier persona preocupada de la ecología, la seguridad, el futuro de nuestras sociedades y de la vida en la Tierra.
1. La realidad de la sobrepoblación
Como dijimos antes, la Tierra ahora está habitada por 8 mil millones de personas, y si el rápido aumento de la población a lo largo del siglo pasado te asusta, puedes tomar un respiro largo y estar tranquilo. La Organización de Naciones Unidas proyecta que la tasa de crecimiento poblacional se está volviendo más lenta y eventualmente podría decaer. Específicamente, para el 2100, la población debería estabilizarse en alrededor de 10,4 mil millones de personas. Así, la población mundial no se va a duplicar indefinidamente hasta que súbitamente colapse, como algunos han temido durante el último siglo. De hecho, lo que parece es que vamos a llegar a un punto donde la población podría llegar a descender lentamente.
Esta ralentización del crecimiento poblacional en parte es debido a la disminución de las tasas de fertilidad y a las familias decidiendo tener menos niños a lo largo del mundo. En efecto, ya producimos suficiente comida para 10 mil millones de personas. Pero para muchos, la población futura no es realmente el problema; la sobrepoblación es supuestamente un problema ahora mismo. Demasiadas personas están usando demasiada tierra, demasiado combustible y comiendo demasiada comida.
Este argumento no sólo ignora el hecho de que el núcleo imperial usa mucho más recursos y emite material contaminante en tasas mucho más altas que la periferia (lo que significa que una distribución igualitaria de los recursos actuales resolvería el hambre y la pobreza de un solo golpe), sino que también se abstrae de la realidad de cómo y por qué la gente consume y crea la destrucción medioambiental.
Las emisiones se correlacionan mucho más estrechamente con el Producto Interno Bruto que con la población. 8 mil millones de personas viviendo en un mundo de cero carbón ciertamente crea menos impacto que 8 mil millones de personas en un mundo devorador de combustibles fósiles. Y enfocándose a nivel nacional, la densidad poblacional de los países muestra que menos personas no significa necesariamente menos emisiones.
Por ejemplo, países como Arabia Saudita, Los Emiratos Arabes Unidos y Qatar todos son países de altas emisiones, pero no están densamente poblados en absoluto. Esto muestra que nuestro impacto varía mucho dependiendo de los materiales que son producidos para nuestro consumo. Para ponerlo de otra forma, 3 mil millones de personas usando tranvías eléctricos para transportarse alrededor del territorio es ciertamente contamina menos que 500.000 personas usando camiones devoradores de gas.
Pero desafortunadamente la realidad del mundo de hoy es que las compañías pueden sacar más ganancias de las camionetas que de los tranvías eléctricos, así que eso es lo que producen y lo que está disponible para nosotros. 8 mil millones de personas están estancadas en una economía capitalista impulsada por combustibles fósiles, así que su única opción es crear emisiones y extraer recursos sin fin. En breve, como Martin Epsom escribe en Socialist Worker, “La degradación ambiental no es el resultado de personas sobrantes, sino de un sistema que pone ciegamente las ganancias por sobre las necesidades de las personas o del planeta.” Necesitamos, así, cambiar el foco en el tema de la población y poner nuestra energía, en su lugar, en la lucha para transformar completamente la manera en que producimos y en que, en última instancia, consumimos.
2. Caminos a un mundo de cero emisiones de carbono
El cambio climático es fundamentalmente un problema de la producción de combustibles fósiles. Producción que está impulsada por un sistema capitalista que recompensa actos destructivos de extracción, destrucción ecológica y explotación de los trabajadores. Para ponerlo de manera simple, el capitalismo impulsado por combustibles fósiles es el culpable del cambio climático, no una población excesivamente grande. Así que, siendo ese el caso, hay tres cosas que necesitan ocurrir para poder revertir el cambio climático y aliviar el sufrimiento de miles de millones.
La primera es abolir el uso de combustibles fósiles. Claramente esto no pasará de la noche a la mañana, ni significa de suyo un fin a las emisiones contaminantes sin una alternativa adecuada en su lugar. Como la académica-activista Ruth Wilson Gilmore lo pone, de manera elocuente, “La abolición es sobre presencia, no ausencia. Es sobre construir instituciones que den soporte a la vida.” Así que mientras desmantelamos la industria de combustibles fósiles y todo lo que está atado a ello mediante bloqueos, cerrando las válvulas, relocalizando inversiones y protestando, debemos también simultáneamente construir alternativas como el consumo a base de cáñamo, redes de recursos renovables, cooperativas de alimentos, y mucho más.
Pero detener y revertir el cambio climático también debe involucrar la reparación de siglos de violencia, por parte del núcleo imperial del mundo, hacia grupos oprimidos dentro y fuera de sus fronteras. Lo que nos lleva a la segunda tarea que debemos tomar: reparaciones climáticas. El núcleo imperial y las multinacionales que han hecho una fortuna matando el planeta y a las personas deben voluntaria o forzadamente canalizar recursos financieros e intelectuales hacia la reparación de las heridas que han causado.
Esto debe hacerse sin un retorno de inversiones o bajo ninguna estipulación. Las reparaciones climáticas serían, en lo central, una masiva transferencia de riqueza que busca balancear las desigualdades que algunos creen que son producto de la sobrepoblación, pero que en realidad son producto de siglos de saqueo, expoliación y desposesión perpetrado por el núcleo imperial. Pero en nuestro actual sistema capitalista y racista, lograr la abolición de los combustibles fósiles y las reparaciones climáticas va a ser una lucha cuesta arriba. Por esto es que necesitamos trabajar hacia la tercera tarea al mismo tiempo que construimos poder para las otras dos: una revolución socialista. Una verdadera reversión del cambio climático requeriría terminar con el capitalismo fósil como lo conocemos.
No es suficiente poner algunos impuestos a los combustibles de carbón o combustibles fósiles. La ciencia es clara: la industria de combustibles fósiles debe terminar, y la manera más duradera y más justa de hacer eso es permitir el control completo de los trabajadores sobre la producción, uno que le dé un giro a nuestras fábricas y bienes materiales hacia un mundo de cero emisiones de carbono.