La teoría de la redistribución de la riqueza como trickle-down, o goteo hacia abajo. Tal teoría proviene de George Simmel, que en 1904 la aplicó al mundo de la moda, al considerar que la forma de vestir de las clases más altas llega a las más bajas-de “goteo”, de arriba hacia abajo, por imitación. Setenta años después, este fenómeno se transfirió a la economía para denominar la tesis de que los beneficios de políticas económicas favorables a los más ricos, como desgravaciones fiscales, acabarían goteando hasta las clases más desfavorecidas y beneficiando a todo el mundo.

En Delaware, paraíso fiscal, hay más empresas que habitantes.

Una de las mayores mentiras impuestas a los pueblos es que a medida que los ricos se hacen más ricos, todos nos beneficiamos: la llamada teoría del goteo o efecto derrame (trickle-down).

Durante décadas, a las familias trabajadoras se les ha dicho que no se preocupen por la creciente brecha de riqueza entre los que tienen y los que no tienen. Una marea alta levanta todos los barcos, nos dijeron con alentadoras sonrisas y palmaditas en la espalda.

La magnitud del engaño bordea lo monstruoso.

William Darity, profesor de política pública en la Universidad de Duke, dijo que es “absurdo” pensar que una mayor riqueza para los ricos se traduce en mejores fortunas para todos los demás.

“De lo contrario, no habríamos observado un aumento tan obsceno en el grado de desigualdad de ingresos que ha recuperado la magnitud de los niveles que existían en la víspera de la Gran Depresión”, dijo.

“No he visto a nadie hacer un reclamo serio por un efecto de goteo con respecto a la riqueza”.

En pocas palabras, no hay pruebas empíricas, ninguna en absoluto, de que la economía progresiva funcione según lo prometido, generando más empleos, salarios más altos y mejores condiciones para millones de personas.

La realidad es que a medida que los ricos se hacen más ricos, los ricos se vuelven más ricos, punto final. Compran más casas, autos, botes y otras cosas.

Sí, eso tiene un impacto positivo en los fabricantes de artículos de lujo. Pero no es de ninguna manera la prosperidad compartida implícita en la promesa de goteo.

El último indicador de que las cosas están terriblemente fuera de control vino en un informe  del Instituto de Política Económica, que encontró que la compensación para los directores ejecutivos estadounidenses aumentó en un 940% de 1978 a 2018, mientras que el salario para el trabajador promedio aumentó en un miserable 12% durante el mismo período de 40 años.

Los investigadores encontraron que el salario promedio de los CEO de las 350 compañías estadounidenses más grandes alcanzó los $17.2 millones el año pasado.

Dicho de otra manera, la compensación para los CEO es ahora 278 veces mayor que para los trabajadores comunes. Esa es una brecha de ingresos estratosféricamente mayor que la relación de 20 a 1 en 1965.

“No poder financiar un sistema educativo de calidad y otras prioridades puede conducir a un menor rendimiento económico cuando los ingresos fiscales son demasiado bajos”, dijo. “Con las tasas impositivas actuales, no hay evidencia creíble de que los recortes de impuestos se paguen por sí mismos”.

Los economistas dicen que la brecha de riqueza en la sociedad estadounidense es ahora la mayor desde la Edad Dorada de finales del siglo XIX, cuando el 10% más rico poseía aproximadamente las tres cuartas partes de la riqueza de la nación, y el 40% inferior prácticamente no tenía nada. 

Chile: el paraíso de los abusadores y de los Evasores.

En la historia más reciente, la brecha social se expandió en las décadas de los 70 y los 80 durante el régimen de Augusto Pinochet con la creación de un modelo económico con poca regulación que permitió el surgimiento de grandes fortunas familiares.

Según escribió el economista Osvaldo Larrañaga en «La desigualdad a lo largo de la historia de Chile», la brecha aumentó con Pinochet a través de mecanismos como «la privatización de las empresas públicas, que pasan a ser propiedad de un número pequeño de grupos económicos, la supresión y represión de los sindicatos, y la conversión del estado benefactor en uno de carácter residual», entre otras medidas.

En el grupo de los ultrarricos del Chile actual hallamos el caso de Julio Ponce Lerou, el exyerno de Pinochet que se convirtió en el mayor accionista de la empresa SQM (Soquimich), una de las mayores productoras de fertilizantes, yodo y litio a nivel global, tras la privatización de la firma.

Con el retorno de la democracia en 1990, la pobreza y la desigualdad de ingresos disminuyeron en el país, aunque la riqueza permaneció concentrada en la punta de la pirámide, lo que fue una de las principales demandas durante el estallido social que comenzó en el país en octubre de 2019.

En Chile y Latinoamérica hay niveles más altos de concentración de la riqueza porque en algunos sectores son muy pocos los actores competitivos, dice Luis Felipe López-Calva, director regional para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

«La riqueza nos preocupa cuando viene de rentas por falta de competencia, no cuando es riqueza productiva que genera bienestar para un país»

Frente al argumento de que un impuesto a la riqueza provoca una salida de capitales hacia otros países en los que los inversores pueden conseguir mejores rentabilidades, el economista señala que las personas de alto patrimonio prefieren un país estable, en vez de arriesgarse a buscar retornos en países con ventajas tributarias, pero baja calificación de riesgo.

 

«Con un impuesto a la riqueza estás controlando un poco el descontento social», dice Gutiérrez.

«Y aunque es verdad que los empresarios van a tener un retorno menor, a mediano plazo habrá una mayor estabilidad social y sus negocios van a poder crecer».

«A nadie le gusta que le cobren impuestos. A nadie. Pero si se hace de una forma gradual y consensuada, asegurando una mayor estabilidad social, no se van a ir del país».