¿En qué momento se jodió Chile? preguntaba hace unos pocos días un conductor de un matinal.
Si solo nos fijamos en la historia reciente, el desastre empezó cuando unos delincuentes asaltaron el poder destruyendo a bombazos la casa de Gobierno y le entregaron las riquezas del país a amigos, patrones y parientes, a cambio de una jugosa comisión gracias a los crímenes cometidos.
Pero para que hilar tan grueso, vámonos al siglo XXI y las claves para responder la pregunta comienzan cuando la corrupción naciente dejó de sonrojar a muchos.
Empresarios y capital abundante para financiar a políticos que legislarían sinvergüenza a favor de sus auspiciadores. Políticos recibiendo órdenes vía email para hacer las leyes a la medida del auspiciador. Y era tan abundante la plata y el descaro que la caja chica alcanzó para buena parte de la nueva clase política.
Cuando Longueira le da el espaldarazo a Lagos por los sobresueldos era nada más y nada menos que la oportunidad para poder blanquear la larga historia de corrupción de una derecha que se afianzó en el poder desde el mismo golpe de estado en la que se embolsaron gran parte de la riqueza de todos los chilenos.
Y de ahí no paró: descubiertos, toda esa misma clase actuó como equipo y libraron negociando impunidad para todos los involucrados. Uno que otro condenado, otro devolviendo parte del raspado de olla recibido y los delincuentes con suerte condenados a clases de ética.
Un Fiscal nacional negociado para asegurar impunidad a todos. Fiscales honestos para la casa, destituidos. Director de Impuestos Internos para la casa. Miren que querer perseguir a los delincuentes. ¡Abran paso a los corruptos!
Y suma y sigue: empresarios ladrones que robaron millones de dólares coludiéndose para venderle remedios con sobre precios a los abuelos y a los humildes, castigo: clases de ética. No se salvó ni el papel higiénico ni los pollos. Pacos dándose la vida del oso con los gatos reservados. Milicos jugando millones en el casino y Generales viviendo como jeques árabes.
Los políticos corruptos siguieron ocupando sus curules a pesar que llegaron a la meta gracias al dopping del dinero sucio que les financió sus campañas.
Las pocas esperanzas se diluyeron con el hijo de la Presidenta y su mujer ambiciosa tratando de darle el palo al gato ocupando las influencias del poder. Todo por el suelo…
Los esfinteres de la democracia ya laxos, no se hicieron problemas en poner en la Moneda a un mercanchifle con prontuario cuando la gente entendía que si ya había robado tanto, no necesitaba robar más.
Hasta que en un fenómeno aún difícil de comprender en toda su dimensión, gran parte de la ciudadanía dijo ¡Basta! y en una rabieta inédita casi quema medio Chile.
Y renace la esperanza. De esa rabia desatada, iniciábamos un nuevo ciclo: Los bandidos se las arreglaron para recuperar el balón y en una jugada millonaria de mentiras, con la ayuda de la ingenuidad y soberbia de otros, más una ola delincuencial sospechosa que desmovilizó a la gente de las calles, volvimos a dónde mismo.
Cagados, decepcionados, desconfiados y una masa no menor de personas que entiende que la vía para superar sus carencias es robando, asaltando, esparciendo portonazos y comercializando droga, nos tienen en nuestras casas asustados y escondidos temiendo al Chile que se arruinó. «Si los poderosos roban, nosotros porqué no» es la máxima delincuencial.
Crimen organizado, asociaciones ilícitas, políticos robándose la plata de la bencina y arrendando a los amigos oficinas de fachada para supestamente hacer trabajo distrital, embolsándose el dinero que todos aportamos para hacer la democracia.
Ahí tiene la respuesta señor Reppening
¿hasta cuando?