Imagen: Modelo de bunker subterráneo (Fuente) / Industria contaminante (Fuente)

Por Victor Serge

Douglas Rushkoff es un profesor de Teoría de Medios y Economía Digital en la City University of New York, del Queens College. Rushkoff resulta ser un personaje muy interesante. En entrevista para El País es reconocido como un “veterano intelectual, un estandarte de la cultura ciberpunk”, y tiene una historia muy curiosa que contar sobre su encuentro con una cultura tan loca y extravagante como problemática (muy reciente, además, en la historia humana). 

Nos referimos a grupos de multimillonarios, notablemente empresarios e inversionistas tecnológicos, que ven cerca o inminente un colapso en la civilización humana y, ante eso, están en busca de formas de escapar y aislarse del resto de las personas para protegerse y sobrevivir. Rushkoff es autor del libro La supervivencia de los más ricos. Fantasías escapistas de los milmillonarios tecnológicos (editado en español por Capitán Swing), donde relata su propio contacto con estos millonarios y sus observaciones sobre esta curiosa y preocupante tendencia.

Estas privilegiadas y poderosas personas creen que viene una crisis que, en su imaginario, podría tomar la forma de “colapso ambiental, agitación social, explosión nuclear, tormenta solar, un virus imparable o un malicioso hackeo de computador que tire todo abajo.” ¿Su solución? Fantasear con salidas extremas como bunkers de lujo, la colonización de Marte o con cosas como cargar nuestras mentes a un computador.

Todo parte en el libro con una historia de Rushkoff con un grupo de estos millonarios. Rushkoff aceptó, por una generosa suma de dinero, hacer una charla a lo que él pensaba iba a ser una audiencia de alrededor de cien banqueros de inversión. Después de un cómodo viaje en avión y otro de horas en una limusina hacia un resort de lujo en medio del desierto, Rushkoff se enteró de con quién realmente se reuniría. Todo en realidad fue arreglado para que el teórico de medios marxista se juntara con un grupo de cinco empresarios e inversionistas (al menos dos de ingresos en los miles de millones de dólares) para hablar, supuestamente, del futuro de la tecnología.

Para sorpresa de Rushkoff, las preguntas saltaron de cuestiones más generales sobre tecnología, como por ejemplo sobre criptomonedas, la tecnología del blockchain o la computación cuántica, a las preocupaciones de estos millonarios con el apocalipsis y sus fantasías escapistas. Rushkoff, algo desconcertado, reflexiona en el libro que el futuro de la tecnología, para estos millonarios, precisamente se trata de esas cosas. Querían saber cuestiones como qué era más peligroso: ¿El cambio climático o la guerra biológica? ¿Con cuánta anticipación hay que planificar para poder sobrevivir sin ayuda externa? ¿Debiera tener un refugio su propio suministro de aire? Uno de ellos, que cuenta que ya estaba casi terminando su propio bunker subterráneo, incluso preguntó: “¿Cómo mantengo autoridad sobre mi personal de seguridad luego del evento”? 

“El evento”. En el libro, Rushkoff explica que este es el nombre que se le da a la situación de crisis civilizatoria que temen estos millonarios. Y vaya que lo temen: uno de ellos, en la reunión, ya tenía contactados a una docena de militares de la Armada estadounidense para que llegaran a su refugio al darles la señal correcta.

Como expresa Rushkoff en su libro:

“Siguiendo el ejemplo de Elon Musk, fundador de Tesla colonizando Marte, de Palantir de Peter Thiel revirtiendo el proceso de envejecimiento, o los desarrolladores de inteligencia artificial Sam Altman y Ray Kurzweil cargando sus mentes en superordenadores, se estaban preparando para un futuro digital que tenía menos que ver con hacer del mundo un lugar mejor que con trascender la condición humana por completo. Su extrema riqueza y sus privilegios sólo sirvieron para que se obsesionaran con aislarse del peligro real y presente del cambio climático, la subida del nivel del mar, las migraciones masivas, las pandemias globales, el pánico nativista y el agotamiento de los recursos. Para ellos, el futuro de la tecnología consiste en una sola cosa: escapar del resto de nosotros.

Alguna vez estas personas inundaron el mundo con planes empresariales locamente optimistas sobre cómo la tecnología podría beneficiar a la sociedad humana. Ahora han reducido el progreso tecnológico a un videojuego que uno de ellos gana encontrando la escotilla de escape.»

Para gente como Rushkoff, el advenimiento de la era digital significó, en un principio, una oportunidad para que la humanidad, más conectada y coordinada que nunca, construyera el futuro que quisiera. Pero de acuerdo al teórico de medios la dinámica capitalista rápidamente degeneró estos prospectos emancipatorios para la era digital, convirtiendo todo esto en una oportunidad de negocios y desligando a los actores económicos de las implicaciones morales de la tecnología (incluyendo cosas como la contaminación o el trabajo esclavo detrás de la industria). Pero mientras más traten las personas de hacer vista gorda de todos los problemas que tenemos como sociedad, más graves se hacen. Y, en palabras de Rushkoff, “mientras más comprometidos estamos con esta visión del mundo, más llegamos a ver a otros seres humanos como el problema y la tecnología como la manera de controlarlos y contenerlos.”

Rushkoff considera que estos capitalistas apocalípticos solo tratan de escapar de las consecuencias del mundo que ellos mismos han construido. Y en lugar de tomar las recomendaciones de personas como él mismo, en la dirección de mayor solidaridad y compromiso social y ecológico, desdeñan esto como filosofía hippie idealista y buscan consejos (incluso de personas como este profesor de medios de izquierda) para tratar de evadir las consecuencias de su propio estilo de vida, y escapar.

Aunque incluso, como comenta el autor en el primer capítulo del libro, ya hay todo un mercado de refugios y bunkers (desde los más baratos a los más lujosos), estas estrategias escapistas tampoco son prometedoras para sus protagonistas. El mismo autor repara en que los ecosistemas artificiales de las instalaciones subterráneas son muy frágiles y pueden irse al carajo con facilidad, además de los problemas que pueden haber de abastecimiento y manejo seguro de las cosechas y plantaciones. A pesar de esto, el interés de los ricos por esta clase de refugios ha crecido y tuvo un boom durante la pandemia. 

Aunque hay otras estrategias escapistas menos inviables que comenta Rushkoff, el problema sigue siendo el mismo: una civilización en peligro, en manos de personas irresponsables, egoístas e indispuestas a colaborar para cambiar las cosas. La humanidad corre riesgos con pocos precedentes en su historia, pero aquí estamos: estancados y teniendo que observar como espectadores pasivos todo lo que pasa, subordinados a jefes que nos ignoran y desprecian, impotentes ante las corporaciones y estados que nos gobiernan. Si queremos salir de esto probablemente necesitemos cambios profundos en la sociedad, cambios que no muchos están dispuestos a llevar adelante. Pero si de esto depende el futuro de la civilización, más nos vale tener la imaginación y el coraje para intentar.