Imagen: Filosofía (Fuente)

Por Victor Serge

La filosofía está en un estado peculiar. Por un lado, para parte del público y de las otras profesiones u oficios, se percibe lejana, si es que no irrelevante y ociosa. Por otro, guarda cierto prestigio ante otros como la disciplina académica más antigua, o como “madre de las ciencias”, o como pensamiento crítico en general, etc. Las facultades de filosofía, humanidades y ciencias sociales adolecen problemas de financiamiento, en algunos lados incluso han estado amenazadas de cerrarse. El gremio mismo de la filosofía en Chile hace unos años se vio amenazado, por iniciativa gubernamental del momento, de retirar filosofía del curriculum escolar obligatorio en colegios y liceos. Esto, que solo hubiera tenido el efecto de elitizar la filosofía (dejándolo para los colegios con recursos que la valoren), fue afortunadamente detenido por la insistente iniciativa de estudiantes, profesores y académicos que plantaron cara ante las autoridades para defender el lugar de la filosofía en el curriculum.

Pero, ¿Por qué defender la filosofía? ¿Qué hace la filosofía que sea de valor para la humanidad? En esta contribución revisamos algunas ideas al respecto, inspirados principalmente en la defensa del difunto profesor de filosofía, Kenneth A. Taylor (1954-2019), en su artículo Why Philosophy? (¿Por qué filosofía?). Ken Taylor se especializó en filosofía del lenguaje y de la mente tocando temas fundamentales de estas áreas y otras asociadas, incluyendo colaboraciones con proyectos de investigación científica de vanguardia (en particular, fue director del Symbolic Systems Program, que integra contribuciones de las ciencias de la computación, matemática y estadística, lingüística, filosofía y psicología). No conforme con observar el mundo desde la torre de marfil de la filosofía, fue un divulgador destacado como anfitrión, junto al filósofo John Perry, del programa de radio Philosophy Talk, en cuya variedad de capítulos se reflejan las cualidades impresionantes de la filosofía que resaltamos a continuación. Este artículo lo hacemos también en homenaje al rol de Ken Taylor para la filosofía y su articulación con la comunidad.

La filosofía se ha ganado una fama por llegar a ser muy abstracta y a veces muy difícil, incluso técnica, o simplemente demasiado lejana de las preocupaciones mundanas, de lo que nos importa en el día a día y respecto, por lo mismo, a la condición humana. Por eso es que puede ser rechazada o descartada como ociosa, como simplemente “pensar en la inmortalidad del cangrejo”, o como buscarle la quinta pata al gato. Pero, y a pesar de las falencias de la filosofía o lo lejana que puede llegar a ser, esta disciplina, o grupo de disciplinas, representa los esfuerzos más antiguos e insistentes para comprender nuestro lugar en el mundo, lo que podemos o debemos hacer, esperar y conocer en general. Contrario a quienes (desde adentro y fuera de la filosofía) tildan a la filosofía de inútil, una actividad que se hace por sí misma y nada más, otros consideramos que la filosofía puede ser tremendamente útil para vivir.

La filosofía, en tanto ética, desde sus tiempos más antiguos en el mundo occidental (con Sócrates/Platón), se entendió como la búsqueda intelectual (y práctica) por encontrar una buena vida; es la pregunta, precisamente, por cuál es la vida buena o la vida que vale la pena vivir. Con ello, también, es sobre cómo realizarnos como personas y como humanidad. Eso, y la pregunta asociada sobre cómo comportarnos entre nosotros y cómo, bajo qué principios organizarnos, abarca a la filosofía como ética y política. Otras ramas o temas están asociadas a cosas más abstractas, y entre medio hay un sin fin de posturas, temáticas y posibilidades para pensar y, con ello mismo, para disponerse a la acción. 

Desde siempre se pudo apreciar un nivel real de influencia de la discusión filosófica-científica en las instituciones sociales de las que somos parte y que nos gobiernan. La intelectualidad de una sociedad interactúa fuertemente con el resto de esa sociedad, y estos ámbitos y grupos de personas se influencian mutuamente. Esto ha sido estudiado, y es destacado repetidamente por quienes se meten en estas cuestiones. El mundo no es el mismo después de los esfuerzos políticos e intelectuales del feminismo o del socialismo y el marxismo, ni es exactamente el mismo luego de la influencia académica y política de Immanuel Kant, John Rawls o Amartya Sen y Martha Nussbaum (para dar algunos ejemplos dignos de googlear). Esto no quiere decir que las meras ideas puedan cambiar el mundo; simplemente testifica que la historia de la humanidad está íntimamente ligada a la historia de las ideas.

Hay quienes han atacado a la filosofía por obsoleta o irrelevante y ociosa, como fue el caso, respectivamente, de Stephen Hawking y Neil DeGrass Tyson. El primero, diciendo que la filosofía era obsoleta porque las grandes preguntas sobre el por qué y origen de todo son abarcadas ahora por la física (la cosmología) y no mediante la reflexión filosófica de sillón. El segundo, preguntándose por qué los filósofos se hacen preguntas como la de cuál es el significado de “significado” (una pregunta prominente en la filosofía moderna del lenguaje), para ilustrar el punto de la ociosidad e irrelevancia en la que caería distintivamente la filosofía.

Se puede argumentar, sin embargo, que estas críticas están fuera de lugar, o que son exageradas, y en este caso que vienen de personajes que parecen poco informados de lo que es y no es la filosofía. Respecto a lo de Hawking, baste decir que la filosofía tiene muchas otras preocupaciones aparte de las relacionadas con la cosmología, y que ahí donde las comparten, los filósofos se involucran con la física contemporánea para trabajar sobre esa base. A DeGrass Tyson, baste señalarle la importancia de las preguntas de la filosofía del lenguaje en áreas como la ciencia cognitiva. 

Bill Nye, el popular divulgador científico, mostró una actitud más productiva y humilde cuando, luego de haber criticado similarmente a la filosofía y recibir críticas de vuelta por ello, se puso a leer y la filosofía le comenzó a parecer fascinante. ¿Qué hay en la filosofía que podría haber hecho arrepentirse a Nye, y que pueda ser fascinante? ¿Que pueda, quizás incluso, ser importante?

La filosofía se hace desde las preguntas más abstractas y raras, a las más poderosas y urgentes. Preguntas distintivas de la filosofía pueden ser las de la metafísica y la ontología, por ejemplo de cosas como las leyes de la naturaleza, la causalidad, la identidad, el tiempo, la existencia y estructura de la realidad en general, etc. En estas áreas han habido cosas que pueden ser más abstractas y desconectadas del mundo, como la pregunta ¿Por qué existe algo en vez de nada? Pero también preguntas más cercanas a nuestras preocupaciones más mundanas y urgentes, como ¿Existe la libertad, o estamos determinados a actuar de las maneras en que lo hacemos?

A modo de ejemplo, otras preguntas filosóficas distintivas pueden ser: ¿Qué es la ciencia?, ¿Qué es el arte, y lo bello y lo feo, lo aterrador? ¿Qué es el género, o la raza?, ¿Cuál es el fundamento de los poderes coercitivos del Estado? (O sea, ¿Por qué el Estado puede agarrarte a palos legal o legítimamente?). ¿De dónde, en general, saca el gobierno su legitimidad, si es que la tiene en absoluto? ¿Qué clase de organización social o qué principios éticos y normativos debieran guiar nuestra vida social? ¿Hace más sentido el libertarianismo de Javier Milei, el liberalismo de orientación más “igualitaria” de Rodrigo Rettig o el de Amartya Sen, o el socialismo de Gerald Cohen? 

¿Existe Dios? Si Dios no existe, ¿Cuál es el fundamento de nuestros deberes morales? ¿Es la moral simplemente algo relativo a cada cultura, un asunto de preferencias culturales? ¿Podemos conocer el mundo? ¿Cómo podemos saber cosas? ¿Cuándo se justifica la guerra, o la revolución armada, o no se justifican nunca? ¿Debieran haber leyes que regulen la guerra? ¿Cuáles son?

En la segunda parte de esta contribución revisamos, de la mano del profesor Taylor, algunas cosas más que hace la filosofía y redondeamos un poco nuestro argumento a favor de la disciplina académica más antigua y abarcante.