Imagen: columna del Regimiento de Blindados N°2 avanza por el centro de Santiago hacia La Moneda durante el llamado «tanquetazo» (Fuente)
En este ensayo, publicado aquĆ en tres partes (1. La lucha y la guerra, 2. La oposición (este artĆculo), y 3. El costo de la conciliación), el sociólogo Ralph Miliband nos entrega su informada y apasionada perspectiva. Escrito en Octubre de 1973, no ha perdido vigencia para estimular y provocar la reflexión.Ā La traducción se debe al sitio Sin Permiso, aunque aquĆ decidimos guiarnos porĀ la edición que hizo la revista Jacobin LatinoamĆ©ricaĀ para el caso.
Por Ralph Miliband
Ahora propongo volver a la cuestioĢn de la lucha de clases y la guerra de clases, y a las fuerzas conservadoras que la desataron, con una referencia particular a Chile, aunque las consideraciones que ofrezco tienen una aplicacioĢn maĢs amplia, por lo menos en lo que respecta a la naturaleza de las fuerzas conser- vadoras que deben tomarse en cuenta, y que examinareĢ una por una, relacionaĢndolas con las formas de lucha en las que participan estas distintas fuerzas:
(a) La sociedad como campo de batalla
Hablar de ālas fuerzas conservadorasā, como lo he hecho hasta aquiĢ, no implica la existencia de un bloque econoĢmico, social o poliĢtico homogeĢneo, ya sea en Chile o en cualquier otro lugar. En Chile, entre otras cosas, fueron las divisiones entre elementos de las fuerzas conservadoras las que hicieron posible la llegada de Allende a la Presidencia.
Aun asiĢ, y tomando debidamente en cuenta estas divisiones, es necesario recalcar que un aspecto decisivo de la lucha de clases lo acometen estas fuerzas como un todo, en el sentido de que la lucha ocurre en toda la āsociedad civilā y no tiene frente, ni un foco especiĢfico, ni una estrategia en particular, ni una organizacioĢn o liderazgo elaborado: es la batalla diaria de cada miembro de las clases media y alta descontentas, cada uno a su manera, y tambieĢn de buena parte de la clase media baja. Se pelea desde un sentimiento que Evelyn Waugh expresara admirablemente cuando escribioĢ en 1959, recordando los āhorroresā del reĢgimen de Attlee en Gran BretanĢa despueĢs de 1945, que en aquellos anĢos de gobierno laborista āel reino pareciĢa estar bajo ocupacioĢn enemigaā.
La ocupacioĢn enemiga invita a varias formas de resistencia, y todo el mundo aporta con algo. Esa resistencia incluye a duenĢas de casa de clase media manifestaĢndose a traveĢs de caceroleos frente al palacio presidencial; duenĢos de faĢbricas saboteando la produccioĢn; comerciantes acaparando existencias; duenĢos de perioĢdicos y sus subordinados desarrollando incesantes campanĢas en contra del gobierno; latifundistas impidiendo la reforma agraria; la difusioĢn de lo que en Gran BretanĢa durante la guerra se llamoĢ āinquietud y pesimismoā, o āinquietud y desconciertoā (ciertamente sancionado por la ley): en pocas palabras, todo lo que la gente influyente, acomodada, educada (o no tan bien educada) puede hacer para obstaculizar un gobierno que detesta.
Tomado como una ātotalidad no totalizadaā, el danĢo que de este modo puede provocarse es muy considerable, y no he mencionado a los profesionales superiores, los meĢdicos, los abogados, los funcionarios puĢblicos, cuya capacidad para ralentizar el curso de una sociedad, de cualquier sociedad, debe reconocerse que es alta. No se requiere nada muy espectacular: solo un rechazo individual a la legitimidad del reĢgimen en nuestra vida diaria, lo que en siĢ mismo se transforma en una vasta y colectiva empresa dedicada a la produccioĢn de alteraciones.
Cabe suponer que la gran mayoriĢa de los miembros de las clases alta y media (no todos, por cierto) seraĢn irrevocablemente contrarios al nuevo reĢgimen. La cuestioĢn de la baja clase media es algo maĢs compleja. El primer requisito en esta relacioĢn es hacer una distincioĢn radical, por un lado, entre profesionales inferiores y oficinistas, teĢcnicos, personal administrativo, etc., y por otro lado los pequenĢos capitalistas y microcomerciantes. Los primeros son parte integral de aquel ātrabajador colectivoā del cual Marx habloĢ hace maĢs de un siglo; y estaĢn involucrados, al igual que la clase obrera industrial, en la produccioĢn de excedentes. Esto no significa que esta clase o estrato se veraĢ necesariamente a siĢ misma como parte de la clase obrera, o que automaĢticamente vaya a apoyar poliĢticas de izquierda (ni siquiera la propia clase obrera); pero siĢ que existe por lo menos una soĢlida base para una alianza.
Es mucho maĢs dudoso (de hecho muy probablemente sea falso) que esa base exista en la otra parte de la baja clase media, el pequenĢo empresario y el microcomerciante. En el artiĢculo citado, Maurice Duverger sugiere que āla primera condicioĢn para la transicioĢn democraĢtica al socialismo en un paiĢs occidental como Francia es que un gobierno de izquierda tranquilice a las clases medias acerca de su futuro bajo el nuevo reĢgimen, de manera de disociarlas del nuĢcleo de grandes capitalistas que estaĢn condenados a desaparecer o a someterse a un estricto controlā.
El problema aquiĢ radica en lo siguiente: si con clases medias se refieren a los pequenĢos capitalistas y microcomerciantes (y Duverger deja en claro que eĢl lo considera asiĢ), el intento estaĢ condenado desde el comienzo. Pensando en ellos, Duverger quiere āque la evolucioĢn hacia el socialismo sea muy gradual y muy lenta, de manera de recuperar en cada etapa una parte sustancial de aquellos que teniĢan temor al principioā. MaĢs aun, a las pequenĢas empresas se les debe asegurar que su futuro seraĢ mejor que bajo el monopolio u oligopolio capitalista. Es interesante notar, y seriĢa divertido si el asunto no fuera tan serio, que el realismo que el profesor Duverger es capaz de desplegar en relacioĢn con Chile lo abandona tan pronto como se acerca a casa. Su escenario es ridiĢculo; e incluso si no lo fuera no existe posibilidad de que a las pequenĢas empresas puedan daĢrseles garantiĢas apropiadas.
No quisiera dar la impresioĢn de estar promoviendo la quiebra de los medianos y pequenĢos kulaks urbanos de Francia: lo que digo es que adaptar la marcha de la transicioĢn al socialismo a las esperanzas y los temores de esta clase es promover la paraĢlisis o prepararse para el fracaso. Mejor no empezar. CoĢmo manejar el problema es un tema aparte. Pero es importante empezar siendo consciente del hecho de que, como clase social o estrato, este elemento debe ser reconocido como parte de las fuerzas conservadoras.
Sin duda parece haber sido el caso en Chile, particularmente en relacioĢn con los ahora famosos 40 mil duenĢos de camiones, cuyas reiteradas huelgas incrementaron las dificultades del gobierno. Estas paralizaciones, muy bien coordinadas, y muy posiblemente subsidiadas por fuentes externas, ilustran el problema que un gobierno de izquierda debe esperar enfrentar, en mayor o menor medida dependiendo del paiĢs, en un sector de considerable importancia econoĢmica en teĢrminos de la distribucioĢn.
El problema, iroĢnicamente, resalta aun maĢs por el hecho de que, de acuerdo con estadiĢsticas de Naciones Unidas, era esta clase media la que maĢs habiĢa prosperado bajo el reĢgimen de Allende en relacioĢn con la distribucioĢn del ingreso nacional. En efecto, pareciera que el 50% maĢs pobre de la poblacioĢn vio incrementarse su parte del total de 16,1% a 17,6%; que el ingreso de la clase media (45% de la poblacioĢn total) aumentoĢ de 53,9% a 57,7%; mientras que el del 5% maĢs rico de la poblacioĢn cayoĢ de 30% a 24,7%. DifiĢcilmente esta es la imagen de una clase media oprimida hasta morir, y de ahiĢ la importancia de su hostilidad.
(b) La intervencioĢn de fuerzas conservadoras externas
No es posible discutir la guerra de clases en ninguĢn lugar, muchos menos en AmeĢrica Latina, sin tomar en consideracioĢn la intervencioĢn extranjera, maĢs especiĢficamente y de manera obvia la intervencioĢn del imperialismo estadounidense, representado tanto por intereses privados como por el mismo Estado norteamericano. Las actividades de la ITT han recibido bastante publicidad, asiĢ como sus planes de hundir al paiĢs en el caos de manera de conseguir que los āmilitares amigosā llevaran a cabo un golpe de Estado. Por supuesto, la ITT no era la uĢnica gran empresa operando en Chile; de hecho, no habiĢa un sector importante de la economiĢa chilena que no estuviese integrado, y en algunos casos dominado, por empresas estadounidenses, y su hostilidad hacia el reĢgimen de Allende debe haber acrecentado en gran medida las dificultades econoĢmicas, sociales y poliĢticas del gobierno. Todo el mundo sabe que la balanza de pagos de Chile depende en gran medida de sus exportaciones de cobre: pero el precio mundial del metal rojo, que se habiĢa reducido casi a la mitad en 1970, permanecioĢ a ese nivel hasta fines de 1972; Estados Unidos ejercioĢ entonces una enorme presioĢn mundial para que se interpusiera un embargo al cobre chileno.
AdemaĢs, presionoĢ fuertemente y con eĢxito al Banco Mundial para que este denegara preĢstamos y creĢditos a Chile, aunque no era necesaria demasiada presioĢn, ya fuera en el Banco Mundial o en otras instituciones bancarias. Pocos diĢas despueĢs del golpe, The Guardian senĢalaba que ālos nuevos anticipos netos, congelados como resultado de la presioĢn estadounidense, incluiĢan sumas que totalizaban 30 millones de libras: todo para proyectos que el Banco Mundial ya habiĢa aprobado como dignos de respaldoā. El presidente del Banco Mundial es por supuesto el senĢor Robert McNamara. Se dijo en su momento que el senĢor McNamara habiĢa experimentado alguĢn tipo de conversioĢn espiritual por el remordimiento que sentiĢa, habiendo sido ministro de Defensa de Estados Unidos, al infligir tanto sufrimiento al pueblo vietnamita: bajo su direccioĢn, el Banco Mundial iriĢa efectivamente en ayuda de los paiĢses pobres. Lo que omitiĢan aquellos que intentaron convencernos de esta linda historia es que habiĢa una condicioĢn: los paiĢses pobres debiĢan mostrar la mayor deferencia, y Chile no lo haciĢa, por las demandas de la empresa privada, particularmente de la empresa privada norteamericana.
AsiĢ, el reĢgimen de Allende enfrentoĢ, desde el comienzo, la implacable tentativa estadounidense de estrangular la economiĢa. En comparacioĢn con este hecho āque debe considerarse en conjunto con el sabotaje realizado por los intereses econoĢmicos conservadores internosā, los errores cometidos por el reĢgimen son relativamente de menor importancia, aun cuando se les echen a la cara vivamente, no solo sus criĢticos sino tambieĢn los amigos del gobierno de Allende. Lo verdaderamente extraordinario, contra tales probabilidades, no son los errores sino el hecho de que el reĢgimen resistiera econoĢmicamente hasta el fin; tanto maĢs cuanto que fue sistemaĢticamente obstaculizado por los partidos de oposicioĢn en el Congreso cuando quiso tomar las acciones necesarias.
Desde esta perspectiva, la cuestioĢn de si el gobierno de Estados Unidos estuvo o no directamente involucrado en la preparacioĢn del golpe militar no es particularmente importante. SabiĢa del golpe antes que ocurriera, eso es seguro. El ejeĢrcito chileno teniĢa viĢnculos cercanos con el ejeĢrcito estadounidense. Y seriĢa estuĢpido pensar que el tipo de personas que manejan el gobierno de Estados Unidos se restariĢan de una participacioĢn activa en un golpe, o de impulsarlo. Sin embargo, lo importante aquiĢ es que durante los tres anĢos previos el gobierno de Estados Unidos hizo todo lo que estuvo en sus manos āen teĢrminos de una guerra econoĢmica en su contraā para preparar el camino para el derrocamiento del reĢgimen de Allende.
(c) Los partidos poliĢticos conservadores
El tipo de lucha de clases conducido por las fuerzas conservadoras en la sociedad civil al que hice referencia requiere de direccioĢn y articulacioĢn poliĢtica en uĢltimo teĢrmino, tanto en el Congreso como en todo el paiĢs, si es que va a transformarse en una fuerza poliĢtica realmente efectiva. Esta direccioĢn la proporcionan los partidos conservadores, y en Chile fue principalmente facilitada por la Democracia Cristiana.
Tal como la UnioĢn DemoĢcrata Cristiana en Alemania y el Partido DemoĢcrata Cristiano en Italia, la Democracia Cristiana en Chile albergaba muchas tendencias en su interior, desde varias formas de radicalismo (aunque los maĢs radicales se apartaron para formar sus propias agrupaciones tras el triunfo de Allende) hasta el conservadurismo extremo. Pero representaba en esencia a la derecha constitucionalista, el partido del orden, una de cuyas figuras maĢs emblemaĢticas, Eduardo Frei Montalva, habiĢa sido Presidente antes de Allende.
Con constante y creciente determinacioĢn, esta derecha constitucionalista buscoĢ por todos los medios en su poder ādel lado de la legalidadā bloquear las acciones del gobierno y evitar que funcionara adecuadamente. Los partidarios del parlamentarismo siempre dicen que el funcionamiento del sistema depende de que haya cierto grado de cooperacioĢn entre el gobierno y la oposicioĢn; y sin duda estaĢn en lo cierto. Al gobierno de Allende le fue negada esta cooperacioĢn por la misma gente que nunca cesoĢ de proclamar su adhesioĢn a la democracia parlamentaria y al constitucionalismo. AquiĢ tambieĢn, en el frente legislativo, la lucha de clases se transformoĢ en guerra de clases. Las asambleas legislativas son, con algunas reservas que no vienen al caso aquiĢ, parte del sis- tema estatal; y en Chile el Congreso estaba soĢlidamente bajo el control de la oposicioĢn. TambieĢn lo estaban otros importantes sectores del sistema estatal, a las que me referireĢ maĢs adelante.
La resistencia de la oposicioĢn, en el Congreso y fuera de eĢl, no asumioĢ sus verdaderas dimensiones hasta la victoria alcanzada por la Unidad Popular en las elecciones de marzo de 1973. Ya en el otonĢo los antiguos constitucionalistas y parlamentaristas se habiĢan lanzado al camino de la intervencioĢn militar. DespueĢs del abortado golpe del 29 de junio, el āTanquetazoā, que marca el comienzo de la crisis final, Allende tratoĢ de alcanzar un compromiso con los liĢderes de la Democracia Cristiana, Aylwin y Frei. Estos se rehusaron, y aumentaron la presioĢn sobre el gobierno. El 22 de agosto, la CaĢmara de Diputados, dominada por su partido, aproboĢ una mocioĢn que efectivamente llamaba a las Fuerzas Armadas a āponer teĢrmino a las situaciones que constituiĢan una violacioĢn a la ConstitucioĢnā. Por lo menos en el caso chileno, no hay dudas sobre la responsabilidad directa que cargan estos poliĢticos en el derrocamiento del reĢgimen de Allende.
Ciertamente los liĢderes de la Democracia Cristiana habriĢan preferido ex- pulsar a Allende sin recurrir al uso de la fuerza, y dentro del marco de la ConstitucioĢn. A los poliĢticos burgueses no les gustan los golpes militares, en buena parte porque los privan de su rol. Pero les guste o no, y a pesar de lo empapados de constitucionalismo que puedan estar, la mayoriĢa se volveraĢ hacia los militares dondequiera que sientan que las circunstancias lo demandan.
Los caĢlculos que entran en juego en la decisioĢn de que las circunstancias de- mandan recurrir a la ilegalidad son muchos y complejos. Incluyen presiones e instigaciones de diferentes tipos y calibres. Una de esas presiones es la presioĢn general, difusa, de la clase o clases a las cuales estos poliĢticos pertenecen. Il faut en finir, se les dice desde todos los frentes, o mejor dicho desde los frentes a los que ellos prestan atencioĢn; y esto importa en la deriva hacia el golpismo. Pero otra presioĢn, que se vuelve cada vez maĢs importante en la medida en que la crisis aumenta, es la de los grupos a la derecha de los conservadores constitucionalistas, que en tales circunstancias pasan a ser un elemento que importa.
(d) Agrupaciones de tipo fascista
El reĢgimen de Allende tuvo que enfrentar la violencia organizada de agrupaciones fascistas. Esta actividad de guerrilla del ala maĢs extremista de la derecha crecioĢ hasta asumir proporciones febriles en los meses previos al golpe; implicoĢ el estallido de instalaciones eleĢctricas, ataques a militantes de izquierda y otras acciones de ese orden que contribuyeron enormemente a la sensacioĢn general de que de alguna manera habiĢa que poner fin a la crisis. AquiĢ tambieĢn, acciones de este tipo, en circunstancias ānormalesā de conflicto de clases, no tienen un significado poliĢtico muy importante, ciertamente no el de amenazar a un reĢgimen o siquiera dejar muchas marcas en eĢl; si el grueso de las fuerzas conservadoras permanecen en el aĢmbito constitucionalista, las agrupaciones de tipo fascista permanecen aisladas, incluso la derecha tradicional las rehuĢye.
Pero, en circunstancias excepcionales, uno se relaciona con gente con la que de otro modo nunca seriĢa visto ni muerto en la misma habitacioĢn; uno asiente y da un guinĢo donde antes un cenĢo fruncido y una reprimenda hubieran sido casi la respuesta automaĢtica. āSon joĢvenesā, dicen ahora con indulgencia los adultos conservadores. āPor supuesto, son salvajes y hacen cosas lamentables. Pero mira a quieĢn atacan, y queĢ esperas cuando tienes un gobierno de dema- gogos, criminales y ladronesā. AsiĢ que grupos como Patria y Libertad operaron maĢs y maĢs audazmente en Chile, ayudaron a acrecentar la sensacioĢn de crisis y alentaron a los poliĢticos a pensar en teĢrminos de soluciones draĢsticas para acabar con ella.
e) OposicioĢn administrativa y judicial
Las fuerzas conservadoras en cualquier parte pueden siempre contar con el apoyo, la aquiescencia o la simpatiĢa maĢs o menos expliĢcitos de los escalones superiores del sistema puĢblico; y es maĢs, de muchos, si no la mayoriĢa, de los miembros de los escalones inferiores tambieĢn. Por origen social, educacioĢn, estatus, viĢnculos de parentesco y amistad, los escalones superiores, para enfocarnos en ellos, son parte intriĢnseca del campo conservador; y si ninguno de estos factores sirviera, seguramente algunas disposiciones ideoloĢgicas los ubicariĢan alliĢ.
Los funcionarios puĢblicos de alto rango y miembros del Poder Judicial pueden, en teĢrminos ideoloĢgicos, estar entre el liberalismo moderado y el conservadurismo extremo, pero el liberalismo moderado, en su cara maĢs progresista, es el uĢltimo extremo del espectro. En condiciones ānormalesā de conflicto social, esta situacioĢn puede no encontrar una gran expresioĢn excepto en teĢrminos del tipo de sesgo impliĢcito o expliĢcito que se espera de esa gente. Pero en condiciones de crisis, cuando la lucha de clases adquiere el caraĢcter de guerra de clases, estos miembros del aparato estatal pasan a ser activos participantes en la batalla, y lo maĢs probable es que quieran aportar su grano de arena al esfuerzo patrioĢtico para salvar a su amado paiĢs āni hablar de sus amados cargosā de los peligros que los acechan.
El reĢgimen de Allende heredoĢ un personal que por largos anĢos habiĢa trabajado bajo las oĢrdenes de partidos conservadores, y que no puede haber incluido a mucha gente que viera al nuevo reĢgimen con alguĢn tipo de simpatiĢa. Buena parte de eso cambioĢ con la renovacioĢn de personal en cargos de alto rango que impuso el nuevo gobierno, pero aun asiĢ, y quizaĢs inevitablemente, dadas las circunstancias, los mandos medios y bajos continuaron siendo ocupados por buroĢcratas tradicionales y establecidos. El poder de esa gente puede llegar a ser muy grande. Puede venir una orden desde lo alto, pero ellos estaĢn en buena posicioĢn para hacer que no avance, o que no avance lo suficiente.
Para variar la metaĢfora, la maĢquina no responde apropiadamente porque los mecaĢnicos a su cargo no tienen un particular deseo de que funcione como se debe. A mayor sensacioĢn de crisis, menos voluntad tienen los mecaĢnicos; y mientras menos voluntad tienen, mayor es la crisis. A pesar de todo, el reĢgimen de Allende no ācolapsaā. A pesar de la obstruccioĢn legislativa, el sabotaje administrativo, la guerra poliĢtica, la intervencioĢn extranjera, los recortes econoĢmicos, las divisiones internas; a pesar de todo esto, el reĢgimen aguanta. Ese, para los poliĢticos y las clases que estos representaban, era el problema.
En un artiĢculo que en este momento quiero comentar, Eric Hobsbawm senĢala acertadamente que āpara aquellos comentaristas de la derecha que se preguntan queĢ otra opcioĢn les quedaba a los opositores de Allende maĢs que un golpe, la respuesta es simple: no hacer un golpeā. Esto, sin embargo, significaba incurrir en el riesgo de que Allende pudiera zafarse de las dificultades que enfrentaba. De hecho, pareciera que, el diĢa previo al golpe, eĢl y sus ministros habiĢan decidido hacer uso de un uĢltimo recurso constitucional, un plebiscito, que seriĢa anunciado el 11 de septiembre. TeniĢa esperanzas de que un triunfo plebiscitario hiciera que los golpistas se lo pensaran mejor, lo que le concederiĢa nuevos espacios para la accioĢn. Si perdiĢa, habriĢa renunciado, con la esperanza de que las fuerzas de izquierda alguĢn diĢa estuvieran en un mejor pie para ejercer el poder.
Cualquiera sea el juicio que se haga de esta estrategia, de la que los poliĢticos conservadores deben haber tenido conocimiento, arriesgaba prolongar la crisis a la que estos estaban freneĢticos por poner fin; y esto significoĢ la aceptacioĢn āde hecho, el apoyo activoā del golpe de Estado que los militares habiĢan estado preparando. Al final, y de cara al peligro presentado por el respaldo popular a Allende, no quedaba maĢs remedio: los asesinos debiĢan ser convocados.
(f) Los militares
Por supuesto se nos ha dicho, una y otra vez, que las Fuerzas Armadas en Chile, a diferencia de todos los otros paiĢses en LatinoameĢrica, eran poliĢticamente neutrales, no deliberantes, constitucionalistas, etc.; y aunque el hecho se ha exagerado, en teĢrminos generales era cierto que los militares en ese paiĢs no āse mezclaban en poliĢticaā. Tampoco existen motivos para dudar de que en la eĢpoca en que Allende llegoĢ al poder, y durante un tiempo despueĢs, no queriĢan intervenir y no pensaban en montar un golpe de Estado.
Fue despueĢs de la aparicioĢn del ācaosā, de la inestabilidad poliĢtica extrema, y de que se revelara la debilidad en la respuesta del reĢgimen a la crisis, que las fuerzas militares conservadoras entraron en accioĢn, y entonces inclinaron la balanza decisivamente. Pero seriĢa desquiciado pensar que su āneutralidadā y āactitud apoliĢticaā significaban que no teniĢan posturas ideoloĢgicas definidas, y que estas no eran definitivamente conservadoras. Como senĢala Marcel Niedergang, āsea lo que sea que se haya dicho, nunca han existido oficiales de alto rango que fueran socialistas, para queĢ hablar de comunistas. HabiĢa dos grupos: los partidarios de la legalidad y los enemigos del gobierno de izquierda. Los segundos, cada vez maĢs y maĢs numerosos, fueron los que finalmente triunfaronā.
El Ć©nfasis de la cita tiene la intencioĢn de transmitir la dinaĢmica decisiva de los acontecimientos en Chile, que afectoĢ a los militares tanto como a todos los demaĢs protagonistas. La nocioĢn de proceso dinaĢmico es esencial para el anaĢlisis de cualesquiera de las situaciones dentro de esta clase: personas que son de tal modo, y que quieren o no quieren hacer esto o lo otro, cambian bajo el impacto de eventos que se suceden muy raĢpidamente. Por supuesto, mayormente cambian dentro de un cierto margen de opciones, pero en tales situaciones de todos modos el cambio puede ser muy grande. AsiĢ, en ciertas situaciones los militares conservadores pero constitucionalistas se vuelven solo maĢs conservadores: y esto quiere decir que dejan de ser constitucionalistas.
La pregunta obvia es queĢ es lo que produjo el giro. En parte, sin duda, la respuesta se encuentra en la situacioĢn āobjetivaā, que se percibiĢa como empeorando cada diĢa; tambieĢn en la presioĢn generada por las fuerzas conservadoras. Pero en gran medida se debioĢ a la postura que adoptoĢ el gobierno en curso, y a coĢmo se percibioĢ esa postura. Como yo lo entiendo, la deĢbil respuesta del gobierno de Allende al intento de golpe del 29 de junio, su constante retirada ante las fuerzas conservadoras (y los militares) en las semanas subsiguientes, y la peĢrdida que le significoĢ la renuncia del general Prats, el uĢnico general que pareciĢa firmemente preparado para mantenerse junto al reĢgimen, todo esto debe haber tenido mucho que ver con el hecho de que los enemigos del gobierno dentro de las fuerzas armadas (o sea, los uniformados que estaban preparados para un golpe) se hicieran āmaĢs y maĢs numerososā. En estas materias, hay una ley que se mantiene: mientras maĢs deĢbil es el gobierno, maĢs audaces sus enemigos, y maĢs numerosos se vuelven diĢa tras diĢa.
AsiĢ fue que aquellos generales constitucionalistas atacaron el 11 de septiembre, llevando a cabo la accioĢn que habiĢan etiquetado āde manera muy significativa a la luz de la masacre de los izquierdistas en Indonesiaā como OperacioĢn Yakarta. Antes de continuar con la siguiente parte de esta historia, aquella que concierne a las acciones del reĢgimen allendista, su estrategia y direccioĢn, es necesario recalcar la brutalidad de la represioĢn desatada por el golpe militar, y subrayar la responsabilidad que les corresponde a los poliĢticos conservadores en ella.
Marx, escribiendo inmediatamente despueĢs de la Comuna de PariĢs, y mientras los comuneros continuaban siendo ejecutados, senĢalaba con amargura que āla civilizacioĢn y justicia del orden burgueĢs asoma en su espeluznante luz cada vez que los esclavos y burros de carga de ese orden se levantan contra sus amos. Entonces esta civilizacioĢn y orden se presentan como manifiesto salvajismo y venganza sin leyā. Sus palabras aplican bien al caso de Chile despueĢs del golpe. El semanario Newsweek, no precisamente un medio muy de izquierda, publicoĢ una croĢnica de su corresponsal en Santiago poco despueĢs del golpe, titulado āSlaughterhouse in Santiagoā (Matadero en Santiago), que deciĢa lo siguiente:
Ā«La semana pasada me coleĢ por una puerta lateral de la morgue de la ciudad de Santiago, mostrando raĢpidamente mi credencial de prensa otorgada por la Junta con la impaciente autoridad de un alto oficial. Ciento cincuenta cadaĢveres yaciĢan en el suelo del primer piso, esperando ser identificados por sus familias. Arriba, paseĢ por una puerta batiente y alliĢ, en un mal iluminado pasillo habiĢa por lo menos otros cincuenta cuerpos, apretados unos con otros, sus cabezas contra la pared. Estaban todos desnudos.
La mayoriĢa habiĢan sido ejecutados con un tiro a corta distancia bajo la barbilla. Algunos teniĢan el cuerpo ametrallado. Sus pechos habiĢan sido abiertos y luego grotescamente cosidos en lo que presumiblemente haya sido una autopsia pro forma. Todos eran joĢvenes y, a juzgar por la aspereza de sus manos, de la clase obrera. Un par de ellos eran mujeres, distinguibles entre la masa de cuerpos solo por las curvas de sus pechos. La mayoriĢa de las cabezas habiĢan sido aplastadas. PermaneciĢ alliĢ por unos dos minutos a lo sumo, luego me fui.
Los funcionarios de la morgue han sido advertidos de que seraĢn enjuiciados por una corte marcial y ejecutados en caso de que revelen lo que ocurre alliĢ adentro. Pero las mujeres que entran a ver los cuerpos dicen que hay entre cien y ciento cincuenta en el primer piso todos los diĢas. Y yo pude obtener un recuento oficial de la morgue de manos de la hija de un funcionario: ella me dijo que, a catorce diĢas del golpe, la morgue habiĢa recibido y procesado dos mil setecientos noventa y seis cadaĢveresā.Ā»
El mismo diĢa en que aparecioĢ esta croĢnica, el Times de Londres comentaba en un editorial que āla existencia de una guerra o algo muy parecido explica claramente la draĢstica severidad del nuevo reĢgimen, lo que ha tomado por sorpresa a muchos observadoresā. La āguerraā era por supuesto una invencioĢn de The Times. HabieĢndola inventado, continuoĢ observando que āun gobierno militar enfrentado a una vasta oposicioĢn armada (Āæ?) es poco probable que sea muy puntilloso con las finuras constitucionales o incluso con los derechos humanos baĢsicosā. Pero, por si acaso se cree que el Times aprobaba la ādraĢstica severidadā del nuevo reĢgimen, el perioĢdico deciĢa a sus lectores que ādebe permanecer viva la esperanza de los amigos de Chile en el extranjero, como sin duda de la gran mayoriĢa de los chilenos, de que los derechos humanos pronto seraĢn plenamente respetados y que el gobierno constitucional seraĢ restablecido a la brevedadā. AmeĢn.
Nadie sabe cuaĢnta gente ha sido asesinada en el terror que siguioĢ al golpe, ni cuaĢnta gente todaviĢa va a morir como resultado de eĢl. Si un gobierno de izquierda hubiese mostrado una deĢcima parte de la crueldad de la junta militar, llamativos titulares en todo el mundo ācivilizadoā lo habriĢan denunciado diĢa por medio. Tal como estaĢ, el asunto fue raĢpidamente pasado por alto y con suerte sonoĢ el crujido de una semilla cuando el gobierno britaĢnico se apresuroĢ, once diĢas despueĢs del golpe, a reconocer a la Junta. Lo mismo hicieron otros gobiernos occidentales amantes de la libertad.
Podemos entender que la gente pudiente en Chile compartiera, y maĢs que compartiera, los sentimientos del editor del Times de Londres en relacioĢn a que, dadas las circunstancias, no podriĢa esperarse que los militares fueran āmuy puntillososā. AquiĢ tambieĢn, Hobsbawm lo explica claro cuando dice que en general āla izquierda ha subestimado el temor y el odio de la derecha, la facilidad con que los hombres y mujeres bien vestidos adquieren el gusto por la sangreā. Esta es una vieja historia. En su Flaubert, Sartre cita una entrada del diario de Edmond de Goncourt del 31 de mayo de 1871, inmediatamente despueĢs de que la Comuna de PariĢs habiĢa sido aplastada:
Ā«EstaĢ bien. No ha habido conciliacioĢn ni compromiso. La solucioĢn ha sido brutal. Ha sido pura fuerza (ā¦) un banĢo de sangre tal como este, al ejecutar a la parte militante de la poblacioĢn [la partie bataillante de la population], posterga por una generacioĢn la nueva revolucioĢn. Son veinte anĢos de tranquilidad los que la vieja sociedad tiene por delante si las autoridades se atreven a todo lo que hay que atreverse en este momento.Ā»
Goncourt, como bien sabemos, no teniĢa necesidad de preocuparse. Tampoco la clase media chilena, si los militares no solo se atreven sino si son capaces āesto es, si se les permiteā de dar a Chile āveinte anĢos de tranquilidadā. Una periodista con una larga experiencia en Chile reporta, tres semanas despueĢs del golpe, el ājuĢbiloā de sus amigas de clase alta que habiĢan rogado mucho tiempo por que se produjera el golpe. Probablemente estas damas no se preocuparaĢn demasiado por la masacre de los militantes de izquierda. Tampoco lo haraĢn sus esposos.
Lo que al parecer preocupa a los poliĢticos conservadores ha sido la meticulosidad con que los militares han actuado para restaurar āla ley y el ordenā. Perseguir y disparar a los militantes es una cosa, como lo es la quema de libros y la intervencioĢn de las universidades. Pero disolver el Congreso, censurar la poliĢtica y juguetear con la idea de un Estado ācorporativistaā del tipo fascista, como algunos de los generales estaĢn haciendo, es otra cosa, y bastante maĢs seria. De modo que los liĢderes de la Democracia Cristiana, que tuvieron un papel muy relevante en azuzar a los militares, y que continuĢan manifestando su respaldo a la Junta, han comenzado sin embargo a expresar su āinquietudā por algunas de sus inclinaciones. El expresidente Frei, un tipo resuelto, ha llegado a decir confidencialmente a una periodista francesa su creencia de que āla Democracia Cristiana tendraĢ que pasarse a la oposicioĢn de aquiĢ a dos o tres mesesā, presumiblemente despueĢs de que las Fuerzas Armadas hayan sacrificado suficientes militantes izquierdistas.
Al estudiar el comportamiento y las declaraciones de hombres como estos, uno entiende mejor el desprecio salvaje que Marx expresaba hacia los poliĢticos burgueses a quienes execroĢ en sus escritos histoĢricos. La estirpe no ha cambiado.
ContinĆŗa en la parte 3.
