Imagen: artículo «El Tren de la Salud» (El Paracaídas, N° 11, Septiembre 2015) (lectura recomendada)

Por Ricardo Aliste

El año 1972 fue un año muy difícil para el gobierno de la Unidad Popular, ya que la oposición de derecha junto a la Democracia Cristiana, financiados por USA, estaban ejerciendo una presión política muy grande a través de todos los medios. La infamia fue de dimensiones nunca antes vista en la política chilena.

Las juventudes que apoyábamos al gobierno de Salvador Allende —entre las distintas maneras de apoyo al Gobierno Popular— organizó trabajos voluntarios en distintos ámbitos sociales. Como yo estudiaba Odontología me uní a una actividad llamada “El Tren de la Salud” en aquel año 1972.

¿En qué consistía el tren de la salud? Era un tren que se adaptó, en el año 1971, para salir hacia el sur (Región de la Araucanía, principalmente), acondicionado para llevar atención médica y odontológica a tres de las provincias más abandonadas del país, con una población muy pobre: Biobío, Malleco y Cautín. La autora de la idea fue la Dra. Haydée Alarcón, odontóloga, amiga y dentista del presidente Salvador Allende.

La Dra. Alarcón puso en marcha el Tren de la Salud en tiempo record, una vez asumido el gobierno de la Unidad Popular, convocando a los Ferrocarriles del Estado y Servicio Nacional de Salud. Siempre decía que teníamos que entregarle nuestro conocimiento al pueblo, que gracias al pueblo nos habíamos formado como profesionales y teníamos que devolverlo, recordó el Dr. Juan Carlos Gómez (neurocirujano del Instituto de Neurología) en el año 2015.

El tren contaba con coches para atención médica, coches para atención odontológica y laboratorio dental, coches dormitorios, coche comedor y un vagón adaptado con butacas y telón para dar charlas y pasar películas sobre alcoholismo, nutrición infantil e higiene.

Entre los pueblos donde se detuvo el tren estuvieron: Curacautín, Cunco, Lonquimay, Melipeuco, Isla Huapi, Contulmo, Capitán Pastene, Chol Chol, Los Sauces, Ranquil, Los Álamos, entre tantos.

El tren se detenía en ciudades que contaran con estación ferroviaria (en aquellos años muchas ciudades pequeñas contaban con estaciones) y hasta allí se acercaban las personas de dicho pueblo para ser atendidas. Los lugares más pequeños y apartados eran atendidos por profesionales y estudiantes que salíamos equipados desde el tren para llevar atención de salud, lo que llamábamos “postas”; por ejemplo, la posta Alaska en la que participé y donde nos encontramos con un grupo de estudiantes de la Universidad Técnica que estaban realizando trabajos voluntarios también. 

En aquella ocasión el tren se estacionó en Lonquimay y el alcalde había programado preparar un asado esa noche para festejar nuestra visita y acción solidaria. Me atreví entonces a invitar a los jóvenes y jovencitas estudiantes de “la Técnica” al asado. El Alcalde los aceptó muy complacido, y la coincidencia y camaradería se hizo más fraterna en la estación de trenes (que hace 10 años visité y solo había dos durmientes de tren, de lo que era una estación que tanto utilidad dio a esta ciudad y no solo a esta sino a tantas y tantas en el sur).

Cuando el Tren de la Salud llegaba a un pueblo, las radios locales, los funcionarios municipales y hospitalarios avisaban con antelación de nuestra llegada. En las estaciones de ferrocarriles se agolpaba mucha gente desde muy temprano en la mañana. La atención duraba hasta tarde, casi entrada la noche. Los andenes de las estaciones se transformaban en verdaderas salas de espera.

La atención dental era uno de los pilares del proyecto: extracciones, obturaciones, cirugías menores, prótesis que se hacían en tiempo record. Las extracciones se hacían principalmente para eliminar focos infecciosos. Recuerdo que un día en Cunco me quedé trabajando en el tren junto a Haydée haciendo extracciones, otros dentistas en otro tipo de tratamientos. Trabajamos todo el día, solo descansamos en la hora de almuerzo. Terminamos la jornada cerca de las nueve de la noche. ¡El recuento fue 350 extracciones en ese día! Por supuesto que el mayor número las hizo ella. 

¿Cómo operaba la atención? Una voluntaria que hacía la función de secretaria hacía pasar a cinco pacientes que se formaban en una fila. Íbamos anestesiando de a uno hasta llegar al quinto, y una vez anestesiado, comenzábamos a extraer al primero hasta llegar al quinto y luego una nueva tanda de 5. Creo que fue el día que más trabajé de todos.

En una ocasión —debe haber sido Febrero de 1973—, y cuando yo había regresado a Santiago, el Tren fue visitado por el presidente Salvador Allende, en Carahue. No tuve el privilegio de ser saludado por este tremendo personaje.

Para todos y todas las profesionales que participamos en esta actividad, nos marcó el concepto de la labor social de la medicina; en esos años existían los médicos y dentistas generales de zona, es decir, trabajaban en jornada completa para el servicio público y con una remuneración aceptable. Bueno, recuerdo que en el año ‘73 conversando en la hora de almuerzo con los dentistas y médicos en el coche comedor, todos estábamos decididos a irnos de “generales de zona” a ciudades alejadas de la capital. 

Era tal mi compromiso social y mi deseo de colaborar con el proceso que estaba llevando a cabo el gobierno de la Unidad Popular, que tuve la decisión de irme a un lugar bien apartado: Coyhaique, para entregar allí mi aporte. Ese espíritu nos dió la experiencia del Tren de la Salud. Sueño que murió el fatídico 11 de Septiembre del año ‘73. Se entenderá que todos y todas podríamos engrosar las listas de presos políticos que desde aquel día comenzó a ocurrir con quienes tuvimos la “bárbara “ idea de soñar con un mundo mejor.

Tan exacto fue, que en el año 1975 fuí informado por mi amigo y colega Mario Tapia que a la Dra. Haydée Alarcón la habían tomado presa y estaba en un campo de concentración en la comuna de Pirque (un lugar que había servido de centro recreacional de Soquimich, empresa estatal perteneciente a unas de las tantas empresas de la CORFO y que fue robada como muchas). Fuimos a visitar allí a la Dra. Alarcón un día Sábado. Aparentemente la tortura no había sido física, solo psicológica, y en el interrogatorio no había sido interrogada respecto del Tren de la Salud, no tenían información del Tren; felizmente para ella y para nosotros, pues habríamos sido los y las siguientes presos y presas.

Si a la Dra. Alarcón la hubiesen detenido en la zona de La Araucanía, otra había sido la historia ya que en el año ‘73, mientras estábamos estacionados en Lonquimay, durante una noche fuimos atacados con piedrazos por un grupo Patria y Libertad (un poco parecidos a los “republicanos” de hoy). Vale decir, en esa zona los grupos de extrema derecha sabían de la existencia del Tren de la Salud. Por lo tanto, si la hubiesen detenido en esa zona la historia habría sido muy distinta. Aquí en Santiago era menos conocido ese trabajo que hicimos durante tres años.

A las pocas semanas de haber visitado a Haydée en el campo de concentración de Pirque, el gobierno de México le otorgó asilo —como a tantos chilenos y chilenas— y junto al Dr. Tapia fuimos a dejarla al Aeropuerto de Santiago. Éramos Mario Tapia, yo, un funcionario de la ACNUR (la agencia de la ONU de ayuda a los refugiados) y un representante de la embajada de México, que con la tensión no supe si era o no el embajador. Fue un momento raro porque era una mezcla de dolor y alivio. Nos abrazamos casi en silencio para despedirnos.

Cuando Haydée llegó a México creo que se incorporó a la Universidad de Guadalajara y desde allí ideó algo similar al Tren que lo llamó “El Bus de la Salud”. La Dra. Alarcón no pudo volver nunca más a Chile, murió en México a mediados de los años ‘80. Por su aporte a la Salud Pública de México  la Universidad de Guadalajara enterró sus cenizas con honores en dicha Universidad. Aquí en Chile no existe un pabellón, una sala de clases, un policlínico; nada que lleve su nombre.

Tuve el privilegio de haber formado parte de este grupo de jóvenes que durante el Gobierno de la Unidad Popular soñamos con “cambiar el mundo y formar el hombre nuevo”, decíamos. He dicho muchas veces que fueron los años más lindos de mi vida.