Autor: Margarita Labarca Goddard

La casa de Salvador Allende en Guardia Vieja

Instalar un museo en la casa de la familia Allende en la calle Guardia Vieja, es algo muy emotivo, profundamente conmovedor e indispensable. Sobre todo cuando se rinde homenaje a los jefes de la dictadura en cualquier lugar sin que pase nada. Desde luego, debería estar prohibido y sancionado por las leyes penales, el poner fotos, estatuas o cualquier recuerdo de esa dictadura criminal, ante la cual el mundo entero se horrorizó.
Pero volviendo a la casa que siempre hemos llamado la casa de Guardia Vieja, diré que muchos la conocimos desde que Salvador Allende y su familia vivieron allí a partir de 1953. Él la compró ese año con un crédito bancario; la dirección exacta es Guardia Vieja 392.
Al principio esa era una calle cerrada, de sólo unas pocas cuadras y por lo tanto era muy tranquila. Posteriormente, la verdad es que no sé cuándo, la prolongaron y haciendo una pequeña curvita, salió a Pedro de Valdivia y ya no fue tan tranquila.

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No hubo catástrofe electoral

¿Quién hablaba de catástrofe? Todos, especialmente el gobierno que no lo decía pero lo pensaba y lo creía.
Estaban muertos de susto, y ahora lo confiesan. Álvaro Elizalde lo ha dicho claramente: “Todos los vaticinios que se habían hecho respecto de un eventual desfonde o una debacle del progresismo, no acontecieron.”
Y la verdad es que el gobierno se creía perdido, ya veía a Boric defenestrado y a un facho como nuevo presidente. ¿Y por qué creían eso?
Pues porque leen el Mercurio, qué otra cosa van a leer si no hay otra prensa en Chile. Los diarios o páginas internéticas no las leen porque no les gustan las críticas y ni siquiera las propuestas razonables.
Y el susto es muy mal consejero y les recomendó virar hacia la derecha para tener algún amigo. Y nunca hablan de pueblo ni le hablan al pueblo, porque eso es de mal gusto.
Y al gobierno no le fue tan mal pero tampoco muy bien, porque perdieron las alcaldías de Santiago centro, de Ñuñoa y varias otras, pero al lado de la calamidad que esperaban, esos son pelos de la cola.

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Los extraños extranjeros no existen

México es un país sensacional, tomas un taxi, como he dicho a menudo, y te detectan por el acento que eres extranjera. Te preguntan si eres española y cuando les dices que chilena, inmediatamente se ponen a hablar del formidable y valiente Salvador Allende y del traidor Pinochet. Y no sólo son los taxistas, es cualquier maestro que viene a tu casa a hacer un arreglo, es también la señora que te vende las verduras en el mercado, esa ya te conoces y te dice “chilena, qué vas a llevar hoy”. Y que “López Obrador ha hecho un gran gobierno porque se ha inspirado en Allende y que el padrastro de Claudia es un médico chileno allendista que llegó aquí exiliado, imagínate”. Y que Beatriz Gutiérrez Muller, la esposa de AMLO es hija de una chilena de izquierda que también llegó con el exilio. Esto último parece que no es tan cierto, pero lo importante es que mucha gente piensa que varias ideas buenas vienen de Chile. También de Benito Juárez y de Lázaro Cárdenas, por cierto, pero de Salvador Allende, muchas.

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El Presidente de Chile fue el primero

Que los resultados de las elecciones en Venezuela son difíciles de creer, dijo el señor Boric ¿Y quien tiene que creerlos, Trump, Boric y Milei? ¿Y por qué tiene el presidente de Chile que meterse en asuntos de otros países? Cualquier persona puede opinar, ahí está la libertad de expresión. Pero los jefes de gobierno o presidentes de países deben ser mucho más cautos si no quieran que otros se metan es sus asuntos internos.
Por ejemplo, el presidente de México, AMLO, casi nunca da opiniones de ese tipo, en resguardo de la soberanía de su propio país. Pero siempre ha criticado a la Organización de Estados Americanos (OEA) porque no es democrática, como todos sabemos, y que tal organización se ponga a juzgar las elecciones en Venezuela, es puro intervencionismo, ha declarado AMLO. Y esto es como se dice en Chile ¿Y a ti, OEA, quien te pasó la guitarra?

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