Gonzalo Schmidt, Miembro del Colectivo Nacional por la Discapacidad

Hay ciertas frases que se erigen tímidamente y terminan convirtiéndose en poderosos lemas que promueven e inspiran fuertes lazos de encuentro y sentido de alguna causa común. Es el caso del lema “nada sin nosotras” que el movimiento de mujeres empuñó con fuerza en el proceso que dio origen a la convención constitucional. Un lema que condensa un impulso que se venía acumulando los últimos años, logrando instalar en el corazón de las demandas de la sociedad lo que implican las opresiones patriarcales, la violencia del Estado y la crisis medioambiental, promoviendo la conciencia de lograr un modelo más igualitario, es decir, concurrir como sociedad hacia nuevos horizontes de convivencia.

La acumulación de estas luchas, movilizaciones y una pedagogía de lo cotidiano sobre las violencias de género, crearon las bases que permitieron permear el tejido social y político, para que las mujeres ingresaran por la puerta ancha de la participación política. Las consecuencias de este proceso tiene, entre otros antecedentes, el protagonismo iniciado en el mundo universitario al grito de “no queremos que las universidades sigan silenciando a las mujeres”. Esta consigna estremeció las aulas en mayo de 2018 y extendió su brazo hasta el mes de octubre; mujeres en la vanguardia de las primeras oleadas que resonaron aquel día 18, con una intensidad y permanencia que se vio reflejada en la posibilidad de que los derechos reclamados por décadas, tuviesen una representación. De ahí en adelante, todos aquellos anhelos podían ser expuestos y desarrollados en sus argumentos, gracias al logro de poder escribir el nuevo texto constitucional de manera paritaria.    

En las sucesivas movilizaciones de aquel octubre resonó otro lema muy similar, con una nutrida trayectoria en la lucha por nuestros derechos. “Nada de nosotros sin nosotros” es el lema que las personas en situación de discapacidad abrazamos desde hace unas décadas. Una consigna que germina junto a una voluntad del movimiento internacional de discapacidad en el reconocimiento de nuestros derechos humanos, plasmado en la convención internacional en el año 2006. Muchas de nuestras consignas en las movilizaciones del 2018 estaban inspiradas en la convención, pero a su vez, impregnadas de la particular realidad de nuestro país, una historia marcada por la exclusión que movimientos como “palos de ciego” comenzó a visibilizar en ámbitos universitarios junto a las movilizaciones del año 2011, manifestando demandas muy similares a las que protagonizó el movimiento de mujeres, especialmente a la posibilidad de ejercer nuestra palabra, desde nuestros cuerpos y experiencias, investir aquella pálida y retrógrada representación entrampada en diagnósticos y discursos de un otro que habla por nosotros.

Desde el estallido social, el colectivo de las personas en situación de discapacidad ha irrumpido con fuerza, desde nuestras potentes fragilidades, con deliberación colectiva, con interdependencia y construcción de lazos solidarios con otros movimientos que sintonizan con nuestra incursión en la vida pública, en la política y en la cultura. Lo que nos ha significado y penetrado como colectivo la sistemática invisibilización, nos estimuló a participar del diálogo sobre la experiencia de transitar el Chile de los últimos 30 años, para ampliar la convivencia democrática, para hablar de cómo a nuestros cuerpos se los ha representado desde la caridad religiosa, la asistencia estatal, el denigrante show mediático de la Teletón y la voz de expertos que nos dicen cómo tenemos que organizar nuestras vidas. Transitar la experiencia de la discapacidad no es algo que les suceda a ciertas personas en particular, es una experiencia profundamente relacional al conjunto de la sociedad, tal como lo es hablar de la paridad de género, de pueblos originarios, de adultos mayores, de niños, niñas y adolescentes. Por lo tanto, el hecho de que la nueva constitución recoja de manera amplia y transversal a la discapacidad como parte del nuevo pacto social, nos permite ampliar nuestro lema y decir, “nada de nosotros sin nosotros, y para todos y todas”.