A fines de los 80 se popularizó un personaje llamado Norman James: era un vendedor de baratijas —podían ser cortaúñas, calugas, agujas o lo que fuera—. El personaje se vestía como ejecutivo, con corbata y maletín incluidos, y se subía a las micros a ofrecer sus productos.
“¡Por encargo de empresas XXXXX les traigo este producto, yo no vengo a vender, sino a regalar!”
Esa era la introducción de su discurso vendedor.

Un personaje divertido, que muchos imitaron porque daba resultados.
Ahora, la oferta nunca era muy buena, pero la simpatía hacía que valiera la pena comprar.

Traigo este recuerdo porque este año la derecha, sin nada que ofrecer que sirva a la mayoría de los chilenos, nos ha puesto a cuatro Norman James vendiéndonos su peor oferta, adornada con frases sobre seguridad.

Parisi es el Norman James por defecto. El personaje perfecto: sin mucho que ofrecer y con un historial que hace que no se le pueda confiar ni una botella de agua. Así que ofrece, ofrece. Puede venderse un día como ultraderechista, amigo de Milei, denostar al Presidente y a su gobierno, y usar como argumento su preparación académica, lo que no le impide basar su campaña en datos falsos y distorsionar la realidad económica.
El asunto es vender. Por eso, otro día se vende como de centro, moderado, atacando a los mismos ultraderechistas que hasta hace poco elogiaba. Sacará votos de esos derechistas acomplejados de serlo, que se sienten cómodos diciéndole a sus amigos que “no son ni de izquierda ni de derecha”.

Mucho más no se puede decir. Ahondar en el manejo turbio de las platas de su partido trucho es ahondar en lo mismo. Hará caja y no lo volveremos a ver por un buen tiempo.

Vamos con el Norman James más inútil de todos: Johannes Kaiser, que logró fama hablando barbaridades e insultando. Inflado por J.A. Kast en el momento en que necesitaba de odiosos que dañaran la democracia lo suficiente como para entrar y destruirla desde adentro.

Hace unos meses, un trabajador de una empresa forestal me comentó que le gustaban las ideas de Kaiser, que lo había escuchado y pensaba que él podría arreglar Chile. Le pedí que me nombrara alguna de esas ideas tan maravillosas, pero no pudo describirme ni una.
Le comenté que, a mi parecer, lo que estaban haciendo con la gente humilde era generar odios, fabricar enemigos a los que culpar, porque luego es más fácil convencer a la gente. En la vida, es mucho más fácil odiar que comprender.
“Tiene razón” —me dijo—, “la verdad es que no sé qué propone.”
Pero la venta ya estaba medio hecha. Ya compraste la podadora de césped… y vives en un departamento.

Y vamos con los otros dos vendedores de pomadas. Los trataré como uno solo, porque la oferta es la misma. Separados por circunstancias y oportunismo, Matthei y Kast representan exactamente lo mismo.

A la primera oportunidad que Matthei tuvo para vendernos la idea de una derecha moderna, respetuosa de la democracia y alejada del autoritarismo, nos dijo que el día que considerara necesario eliminarnos, lo haría. Sin que nadie la presionara, hablando entre sus amigos.
Con una claridad abrumadora nos recordó que es hija de un general que fue parte de una dictadura criminal. Nos dejó ver con nitidez sus antiguas defensas al mayor criminal en serie de nuestra historia. El video en el que agasaja al vejete malandro —al que pasaron por loco para que no enfrentara la justicia— nos deja claro que lo que ella ofrece es el Sí después de 1989. Es decir: la oferta de Pinochet por ocho años… pero sin Pinochet. Hasta ahí no más llegamos.

¿Y las diferencias con Kast? La misma oferta, solo que Kast además trae los cuadros de los criminales de Punta Peuco enmarcados en su oficina.

No han pasado tantos años como para olvidar. Aún en Chile quedamos quienes vivimos, sabemos y somos testigos de la horrorosa dictadura. Pasamos 17 años soportando barbaridades, represión y exilio.
En los campos aún no se borran las cicatrices de las masacres. En las ciudades, aún están ahí los edificios donde se secuestraba y se torturaba.
Y en Chile sigue viva la miseria: en nuestras poblaciones, expuestas a la postergación, la inseguridad y la delincuencia.
Y en las tres comunas más ricas de Chile está patente la huella del saqueo y la ostentación de la riqueza.

Los herederos de la dictadura —Matthei, Kast, Lavín, Torrealba, Longueira, Reginato, y una lista larga a la que podríamos agregar a los cachorros de su generación: Lavín Jr., Labbé chico (alias “el duro”) y muchos más— se sienten legítimos representantes de esa dictadura. Son la oferta de la derecha para gobernar. Paquete completo.

Dadas así las cosas, la derecha chilena —que ha tenido varias oportunidades de despegarse de este pasado de horror y demostrarnos que podemos confiar en ellos, incluso si pierden en el juego democrático— ha optado por ofrecernos lo de siempre: la herencia pinochetista.

Será entonces Jeannette Jara quien nos permita seguir luchando para, de verdad, dar vuelta la página de este pasado horrible.
Y ese pasado solo se borrará cuando en Chile nadie vuelva a abusar de su posición, su clase o su alianza con quienes están dispuestos a hacernos desaparecer otra vez.

Es la peor oferta que nos pueden hacer.