“Nos morimos por un trozo de pan”, añadió Shaheen.
Qamar Ahmed reportó que su hija Mira, de 18 meses, come principalmente hierba hervida.
“No hay comida apta para su edad”, agregó Ahmed, periodista económico e investigador del Euro-Med Human Rights Monitor (Monitor Euromediterráneo de Derechos Humanos), una organización sin fines de lucro que defiende los derechos humanos en Europa, África del Norte y Oriente Medio. Su padre, de 70 años, le da su propia comida a Oleyan, el hijo pequeño de Ahmed. “Intentamos obligarlo a comer y él se niega”, contó Ahmed sobre su padre.
Mahmoud Shalaby, quien vive en el campo de refugiados de Jabaliya, dijo que vio a un hombre en el mercado darle una bolsa de patatas fritas a sus dos hijos y decirles que la hicieran durar para el desayuno y el almuerzo.
“Toda la gente que conozco ha perdido peso”, añadió Shalaby, administrador de programas sénior del grupo Medical Aid for Palestinians (Ayuda Médica para los Palestinos) en el norte de Gaza.
El médico Husam Abu Safiya, director interino del Hospital Kamal Adwan, refirió a la AP que su personal trata actualmente a entre 300 y 400 niños por día, y que el 75% de ellos sufren desnutrición.
La ayuda dejada caer con paracaídas por aire por parte de Estados Unidos y otros países proporciona cantidades de ayuda mucho menores que las entregas por camión, que se han vuelto poco comunes y a veces peligrosas. La UNRWA reporta que las autoridades israelíes no le han permitido entregar suministros al norte desde el 23 de enero. El Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas, que había suspendido las entregas por motivos de seguridad, dijo que el ejército obligó a su primer convoy hacia el norte en dos semanas a regresar el martes.
Cuando el ejército israelí organizó una entrega de alimentos a la ciudad de Gaza la semana pasada, las tropas que custodiaban el convoy abrieron fuego —ante lo que percibieron como una amenaza, reportó el ejército— cuando miles de palestinos hambrientos asaltaban los camiones. Unas 120 personas murieron en el tiroteo y al ser aplastadas en el caos.
LA SITUACIÓN EN EL SUR EMPEORA
Yazan al-Kafarna, de 10 años, murió el lunes después de casi una semana de tratamiento infructuoso en la ciudad de Rafah, en el extremo sur de Gaza. Las fotos del niño lo mostraban extremadamente demacrado, con extremidades como ramas delgadas y ojos profundamente hundidos en un rostro consumido hasta el cráneo.
Al-Kafarna nació con parálisis cerebral, una afección neurológica que afecta las habilidades motoras y puede dificultar la deglución y la alimentación. Sus padres dijeron que desde que huyeron de su hogar en el norte, se les dificultaba mucho encontrar alimentos que él pudiera comer, incluidas frutas blandas y huevos.
Murió debido a un desgaste muscular extremo causado principalmente por la falta de alimentos, según el médico Jabr al-Shair, jefe del departamento de emergencias infantiles del Hospital Abu Youssef Najjar.
Hace unos días, alrededor de 80 niños desnutridos atestaban las salas del hospital. Aya al-Fayoume, una madre de 19 años desplazada a Rafah, había traído a Nisreen, su hija de tres meses que perdió mucho peso durante los meses de invierno, enferma con diarrea y vómitos persistentes. Debido a su dieta compuesta principalmente de productos enlatados, al-Fayoume dijo que no produce suficiente leche materna para Nisreen.
“Todo lo que necesito es caro o no está disponible”, lamentó.
Los suministros de alimentos frescos en Rafah han disminuido, mientras que su población ha aumentado a más de 1 millón con residentes desplazados. Lo que más hay disponible son los productos enlatados que a menudo provienen de los paquetes de ayuda.
En el Hospital Emiratí, el médico Ahmed al-Shair, subdirector de la unidad neonatal, explicó que las recientes muertes de bebés prematuros se deben a la desnutrición de las madres. La desnutrición y el estrés extremo son factores que causan nacimientos prematuros, con bajo peso, y los médicos indican que los casos han aumentado durante la guerra, aunque la ONU no tiene estadísticas.
Al-Shair subrayó que los bebés prematuros reciben tratamiento durante varios días para que mejore su peso. Pero luego los dan de alta para ir a casa, que a menudo es una tienda de campaña sin suficiente calor, con madres demasiado desnutridas para amamantar y donde la leche es difícil de obtener. A veces, los padres le dan a los recién nacidos sólo agua simple, que a menudo está sucia y les provoca diarrea.
Al cabo de unos días, los bebés “regresan a nosotros en un estado terrible. Algunos fueron traídos ya muertos”, refirió al-Shair. Reportó que 14 bebés en el hospital murieron en febrero y dos más en lo que va de marzo.
Actualmente, las salas del hospital albergan a 44 bebés de menos de 10 días de nacidos con pesos tan bajos como 2 kilogramos (4 libras), algunos con soporte vital. Cada incubadora tiene al menos tres bebés prematuros, lo que aumenta el riesgo de infección. Al-Shair dijo que teme que algunos corran la misma suerte cuando regresen a casa.
La situación es tan complicada, que en una conversación con el médico palestino Imad Mohamed, aseveró que al hospital en el que trabaja llegan los niños con mutilaciones, con heridas de grandes proporciones y quemaduras en sus cuerpos.
“Hemos visto llegar niños desmayados por el dolor, afectados por la falta de alguna de las partes de su cuerpo. Además, hay muchos de ellos bajo los escombros que no han podido rescatarse porque no hay maquinarias para sacarlos, o cuando los van a rescatar, son atacados”, relató Mohamed.