Imagen: Fundaciones y ONGs (Fuente)
Por Victor Serge
El bullado “caso convenios” nos llevó a pensar un poco más en el asunto de las fundaciones haciendo mano de una reflexión que nos hizo llegar un colega. ¿Qué onda con las fundaciones? Muchas cumplen nobles tareas, en particular en áreas donde la empresa capitalista no encuentra interés. Pero puede haber un lado más oscuro a todo el asunto de las fundaciones y las ONG (organizaciones no gubernamentales). Esto es lo que argumentan Benjamin Y. Fong y Melissa Naschek en su artículo «ONGismo: La Política del Tercer Sector” (NGOism: The Politics of the Third Sector), y en entrevista para Jacobin. Comentan especialmente el caso de EEUU, pero que en parte podría ser análogo al chileno considerando los aspectos comunes (en particular, el auge de las políticas llamadas “neoliberales” en ambos países). Benjamin Y. Fong es profesor en la Arizona State University y Melissa Naschek es una organizadora política y escritora en Filadelfia. Les traemos, en esta contribución, fragmentos de la entrevista traducidos al español.
¿Qué es una fundación, y cuál es el drama?
Una empresa con fines de lucro funciona mediante una inversión, la elaboración y entrega de un bien o de un servicio, la producción de ganancia y la reinversión de una parte de sus propias ganancias. Por contraste las corporaciones o fundaciones, empresas sin fines de lucro, proveen usualmente bienes sociales que no son rentables en el mercado, y por lo mismo no atraen inversores capitalistas. Por eso las fundaciones requieren financiamiento via donaciones filantrópicas (de acuerdo a Naschek y Fong, particularmente, de clases medias o adineradas) y de convenios gubernamentales. En Estados Unidos, reportan los entrevistados, el sector sin fines de lucro (non-profit) ha crecido muchísimo, da cuenta de 5 a 6% del PIB y emplea a cerca del 10% de la fuerza laboral estadounidense.
De acuerdo a Fong y Naschek, este aumento del sector se corresponde con una baja en la capacidad asociativa de las clases trabajadoras estadounidenses desde los ‘60. La sindicalización ha bajado drásticamente, donde eran (y son) los sindicatos una de las fuerzas más relevantes en la lucha contra la desigualdad. Los vacíos generados harían más necesario al sector de las fundaciones para atender males sociales como la pobreza y la violencia. Pero no se trata solo de los sindicatos, de acuerdo a Fong Naschek, sino del declive de las organizaciones masivas también lo que está asociado al auge de las fundaciones. La Legión Americana, los Masones y los Elks son ejemplos que ofrecen. En palabras de Fong:
Estas organizaciones distaban mucho de ser progresistas, pero eran verdaderas organizaciones de afiliados; respondían a la voluntad de sus miembros e influían en nuestra política. A principios de la década de 1960, estas organizaciones perdieron tamaño y, lo que es más importante, poder. Las organizaciones sin fines de lucro ocuparon ese espacio, con consecuencias nefastas para nuestra política.
Las organizaciones sin ánimo de lucro que han sustituido a las antiguas asociaciones son mucho más oligárquicas y verticalistas. Suelen estar dominadas por personal profesional que sólo interactúa con sus miembros a través de una lista de correo. Los miembros no dirigen estas organizaciones a través del debate democrático; están mucho más impulsadas por el personal y los financiadores.
Según Fong, “Las ONG y la «clase profesional-administrativa [professional-managerial class, PMC]» son hoy un enorme obstáculo para la política de izquierdas; controlan el Estado y los medios de comunicación.” Continúa elaborando:
“Es importante hacer hincapié en la estructura de las organizaciones sin fines de lucro y no en las personas que las dirigen. Si eres un empleado de una organización sin fines de lucro, que sólo interactúa con sus supuestos «miembros» a través de correos masivos, responsable sobre todo ante tu jefe y los financiadores de tu organización, estarás aislado de las preocupaciones cotidianas en una burbuja de clase profesional.
El personal de las organizaciones de afiliación masiva, por el contrario, puede pertenecer a la clase media o alta, pero si responde a la voluntad de los afiliados a los que sirve, aunque lleve a la organización su propio conjunto de prejuicios e intereses, se verá obligado a representar intereses que no son los suyos. Es una dinámica que, en general, deberíamos fomentar.”
De acuerdo a Naschek, los problemas solo se multiplican si hilamos más fino:
«La financiación pública suele limitar la actividad de las organizaciones sin ánimo de lucro a la prestación de servicios de bienestar social. Si las organizaciones deciden participar en actividades políticas, tienen que recurrir a fuentes privadas. Esa financiación puede proceder de diversas fuentes, como donaciones individuales agregadas, grandes fundaciones con fines generales o empresas.
En última instancia, esto significa que la capacidad de las ONG para perseguir una agenda política depende de la generación de ingresos procedentes del sector privado. Además, las fuentes más importantes y fiables de financiación privada proceden de las personas más ricas de la sociedad, que no quieren que ocurra nada que amenace su capacidad de acumular beneficios. Esto deja a las organizaciones sin ánimo de lucro atrapadas en una contradicción ineludible: políticamente están en deuda con la misma clase que acapara los recursos necesarios para ampliar el gasto social.”
Fong agrega: “en resumen, el sector sin fines de lucro desempeña las funciones que debería desempeñar el gobierno, pero con menos financiación y de tal forma que las organizaciones sin ánimo de lucro se ven obligadas a ser empresariales, es decir, a depender de intereses privados. Ejecutan lo que debería ser una función gubernamental, pero de tal forma que los intereses privados pueden dictar los términos.”
De acuerdo a Fong y Naschek, el ONGismo no tiene la capacidad (sino todo lo contrario) de desafiar a las estructuras de dominación capitalista en nuestra sociedad. Bajo los constreñimientos estructurales en los que operan, dice Fong, “las organizaciones sin fines de lucro están incentivadas para idear formas de resolver los problemas sociales que eviten sistemáticamente ir en contra de la motivación capitalista [the profit motive]. En términos de su propio interés inmediato, esto tiene sentido para muchas organizaciones sin ánimo de lucro. Si diriges un hospital sin fines de lucro, no tiene sentido cabrear a tus financiadores implicándote en actividades políticas que puedan enfadarles.”
De acuerdo a los autores, el ONGismo ha permeado fuertemente la sociedad estadounidense y también ha llegado a guiar la mentalidad de muchos jóvenes progresistas:
“Este modo de resolver los problemas sociales sin desafiar la motivación capitalista [the profit motive] es considerado de sentido común por mucha gente que ni siquiera está implicada en el mundo de las ONG. Hasta cierto punto, no es tan sorprendente. La actual generación de jóvenes activistas creció en un mundo cuidadosamente diseñado por fundaciones y organizaciones sin ánimo de lucro. Estas fundaciones financiaron el trabajo de los profesores universitarios, formaron a las organizaciones de defensa del campus y escribieron nuestros libros de texto en la escuela. Con este condicionamiento generalizado, es natural que los activistas lleguen a los espacios políticos con el deseo de hacer buenismo tecnocrático, de evitar el debate y de centrarse en la «comunidad».
Nada de esto es especialmente sorprendente dado el cambio generacional. Personas que en su día se habrían afiliado al Partido Comunista hoy son voluntarios de organizaciones sin ánimo de lucro. Esto crea un sentido común cultural que es muy pernicioso dentro de la izquierda.”
Según los autores, la historia de iniciativas sin fines de lucro y de representación comunitaria en su país es una historia elitista, donde los intereses de los más poderosos se ven sobrerrepresentados.
Y bueno, ¿Qué hacemos?
Como es inevitable lidiar con el sector de las fundaciones y las ONG (y como muchas se dedican a cosas importantes), los autores proponen hacerlo de mejor manera y enfocarse en aquellas que no están financiadas por grandes intereses corporativos. Identifican algunas iniciativas ligadas a fundaciones y ONGs que van en buena dirección en este sentido, como la estructura de fundación de la DSA (Democratic Socialists of America) o la coalición National Nurses United que pelea por el derecho a la salud.
Hay varias opciones a considerar, pero usualmente las cosas gravitan hacia las organizaciones sin fines de lucro convencionales, incapaces de tomar una actitud más confrontacional contra los poderes que gobiernan la sociedad y que son presas de las contradicciones expuestas y otras asociadas comentadas en la entrevista. Para los autores, el impulso del sector y de las clases profesionales-administrativas resulta elitista, con cosas como eventos de participación popular que son cualquier cosa menos eso, humareda de vocabularios técnicos y lejanos y el reflejo claro del impulso corporativo-capitalista de suprimir el debate y el conflicto en favor de los intereses de quienes van ganando.
Acusan que en su momento y en ocasiones se ha considerado que las fundaciones sí son un peligro para los intereses de la sociedad más ampliamente, a menudo estando en manos de fuerzas poderosas de familias como los Ford o los Rockefeller. Nos llaman a ser más críticos de las fundaciones y su rol en la sociedad, a poner más atención. Para ellos, el sector de las ONG es síntoma de la neoliberalización, y que se vuelven ampliamente impotentes a la hora de alterar los balances de poder que afectan a las sociedades en desmedro de los trabajadores y las personas más aplastadas y marginadas. De acuerdo a Naschek, bajo el capitalismo las ONG permiten a los capitalistas también invertir fuertemente en cómo quieren que las sociedades se vean y se orienten (sin mencionar que a menudo albergan oscuros intereses políticos con manos estatales detrás), y deja una moraleja sobre la importancia de los movimientos de masas, de tener un estado fuerte (a lo que yo haría serios reparos, en todo caso) y a la importancia de tener instituciones públicas y controladas por los trabajadores. Para Fong, también queda la moraleja de la importancia del conflicto de clase, y del peligro que significa la domesticación del disenso que las ONG pueden fortalecer y profundizar, con el resultado de reafirmar el status quo, el estado actual de las cosas.