OPINIÓN, Por María… del Frente Cacerola.
Este artículo es la opinión de una compañera del FC, que no necesariamente representa a todo el Colectivo.

Los resultados del plebiscito del 4 de septiembre aún nos golpean. Estamos todavía viviendo el duelo y tratando de entender las lecturas que hicieron que un 68% de la ciudadanía rechazara el proyecto, frente a un proceso que veíamos como el culmine de la lucha iniciada en dictadura. Aunque suene añejo el comentario, la verdad es que llevamos 40 años en esto.

Más allá de las diversas lecturas de la derrota, es bueno recordar que esto ocurrió a pesar que tuvimos un proceso democrático y participativo, en el que se pudo incorporar a distintos sectores y grupos diversos de la sociedad. Caminábamos orgullosos a través de las esferas globales por haber alcanzado esta diversidad y la gran participación de la ciudadanía expresada de múltiples maneras, concretamente mediante las muchas y creativas iniciativas populares. El mundo nos miró con atención y admiración por un tiempo. Después del plebiscito aprendimos dolorosamente que, sin duda, eso no basta para asegurar un resultado que sea aceptado y aprobado por la ciudadanía. El mundo nuevamente nos miró, esta vez con otros ojos.

Luego de los resultados de este proceso tan complejo y tan difícil de aceptar, el futuro de las ilusiones creadas en torno a tener una nueva Constitución y terminar con la de Pinochet y sus posteriores adornos, se ve difícil. Pero asimismo resulta imposible de soslayar la realidad de que por alguna parte se debe avanzar.

Claramente tenemos diversas ideas de qué es avanzar. También tenemos visiones distintas respecto de la movilización social, en qué están o cuáles siguen o qué fuerza y representatividad tienen, los llamados movimientos sociales. En mi caso, no los veo. La gran fuerza que despertó en Chile y las encendidas frases surgidas el 2019 hoy no se ven, pequeños grupos que siguen porfiadamente pidiendo con justicia la libertad de las y los muchachos que aún siguen presos después de las contiendas del 2019, los mismos movimientos de DDHH que llevan 50 años en su lucha por verdad, justicia y reparación y algunos otros muy débiles, ni siquiera las grandes y otrora poderosas centrales o asociaciones de trabajadores aparecen con sus opiniones en el circo mediático de los medios de comunicación  masivos que dominan nuestro mundo informativo. Claro, a los dueños de la información no les interesan.

Nos encontramos hoy ante un proceso nuevo, que surge desde el Parlamento, desde la llamada clase política. Donde una derecha empoderada con el triunfo del rechazo que siente propio, y un pueblo que le entrega el 50% del parlamento, cree que tiene derecho a poner los límites de la nueva Carta Magna, junto con algunos sectores del centro político que ven la nueva oportunidad que les da la historia de posicionarse, aun cuando los veíamos en sus tumbas unos meses atrás, y una izquierda que debe parar y defender un gobierno al que le ha tocado no solo responder a la crisis económica posterior a la pandemia, sino también a una ola de incendios de dudosa procedencia. Puede ser climática, social o accidental, pero está claramente ligada a la mercantilización de la tierra, a la falta de fiscalización y control del uso del suelo y de la cercanía de poblados, a la falta de respeto por la gente, por el pueblo sencillo.

Aquí es donde se notan las diferencias, todas legítimas dirán muchos, pero me abstengo de opinar de legitimidades. A estas alturas me preocupa no entregar un proceso del que no tenemos los resultados, solo porque no me gustó como se levantó y lo reconozco, no me gustó, pero tengo claro que es necesario buscar los espacios de avance hacia otra Constitución. Esos espacios están ahí. Hay límites que indican que este es un proceso de cambio de documento constitucional, no es un Proceso Constituyente que represente la soberanía del pueblo, sin embargo, eso no lo invalida como camino que puede abrir espacios hacia una base constitucional más democrática ¿Cuáles serán esos espacios? Pues, depende de a quién elijamos para escribirla ¿Quedarnos fuera de este proceso? Por ningún motivo, mientras haya una batalla que dar para mejorar las condiciones del pueblo, esa batalla hay que darla.

Los invito a aprender de la batalla anterior que perdimos y trabajar unitariamente para poder enfrentar todas las contiendas, a impulsar la elección de las y los mejores, y luego a poner en la rueda aquellos temas que fueron los que pusieron al centro del problema la constitución pinochetista. Si no, estamos siendo derrotados antes de dar la batalla. No estoy de acuerdo con regalar el espacio que este pueblo ganó con las movilizaciones de octubre 19, los costos pagados son muchos y debemos aprovechar cualquier espacio que nos permita caminar hacia una nueva institucionalidad para el país.

A veces quisiéramos correr, debido a la urgencia que nos pone la necesidad del pueblo, pero no siempre están dadas las condiciones para una buena carrera con posibilidades de triunfo, sin embargo, no podemos darnos el lujo de no avanzar. Caminar es una buena alternativa, hasta que podamos correr, mientras tanto, pavimentemos los caminos que nos lo permitan.

No hay que olvidar que todas las formas de lucha, incluyen también el voto